Desde la espadaña

¿Hotel o Museo?

Si Sevilla es una ciudad volcada con sus tradiciones y siempre ha sabido medir sus fuerzas y su belleza patrimonial y cultural, debemos plasmar sus ideas y sentimientos para ponerlos ante nuestros ojos

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27 sep 2019 / 09:22 h - Actualizado: 27 sep 2019 / 09:24 h.
"Desde la espadaña"
  • ¿Hotel o Museo?

El pasado día me encontré a Rivera, un viejo amigo de la infancia más tranquilo que el agua de una alberca, sentado sobre una maleta y al preguntarle cómo le iba la vida me dijo - “Rendido. Ya me he sentado diez veces en la maleta y estoy que parezco un acordeón, y más molío que el polvo de la canela. Me habían contado que en Sevilla había muchos hoteles pero tantos tantos he visto que no me decido por ninguno”-

Y digo yo que hay que ver la preocupación que tiene esta Sevilla de hoy en día con abonar la ciudad para que crezcan hoteles por todos lados. Y nosotros, sin saber por qué, nos vemos asaltados casi a diario con la noticia de la construcción de un nuevo hotel en Sevilla. Con lo bien que le sienta a esta ciudad una solería de mármol, un chorro de agua, unos arcos sobre columnas, flores y un pedazo de cielo encerrado en un patio para nosotros solos. Así siempre hemos sido felices, pero ahora se empeñan que caigamos en la tristeza de esas entradas modernísimas, tristes y frías de los hoteles y que sigamos paseando por Sevilla como el que recorre un pasillo comercial. Para no asustarles les diré que en el año 2017 ya existían en Sevilla 207 hoteles con un total de 21.738 camas. Y siguiendo con esta carrera armamentística hotelera, en la plaza del Duque ya existen hasta cinco hoteles y dos en la Plaza de la Magdalena. Es decir, que como nos enamoran tanto los extremos, si antes un turista que se bajaba del taxi iba de ceca en meca para encontrar un hotel, ahora puede que acabe con un mareo monumental de tanta oferta. Pronostico que en Sevilla proliferará muy pronto una guía turística para enseñar los hoteles de la ciudad en vez de su verdadero patrimonio porque las cadenas hoteleras tienden, lógicamente, a su anclaje empresarial en edificios históricos que sirven posteriormente para el reclamo turístico.

Ojalá este Ayuntamiento hiciera el mismo esfuerzo en ampliar y preservar el patrimonio sevillano (recuerdo el año negro de 1967 con la destrucción del Palacio de Sánchez Dalp, el Palacio del Marqués de Palomares o el Colegio de Alfonso X para la construcción de El Corte Inglés actual) porque ya casi sólo nos queda una torre, un archivo, un templo y un museo. Y eso que Sevilla es sabia en su silencio y en el eco de sus rincones y no se queja porque si lo hiciera, menudo casco deberíamos colocarnos para cuando nos diera un coscorrón. Cuanto patrimonio tiene en sus sótanos el Museo de Bellas Artes de Sevilla que daría para albergar otro edificio al completo o que pérdida de Pabellones del 1929 donde Sevilla podría realizar una exquisita guía para visitarlos y disfrutar de su arquitectura o cuanta historia guardada y desperdiciada en edificios de gran belleza hoy en día cerrados o en cuasi derrumbe, o cuantos conventos con historias de carácter mundial están a la espera de que llegue otro inversor para construir un hotel o algún local de comida rápida antes de que se les caiga encima a las hermanas.

A ver si algunos responsables de la política municipal se acuerda que hace 500 años Sevilla era el epicentro de todo lo que ocurría en el mundo y que el sueño de cualquier humano era visitar y residir en Sevilla; fíjense la de historias, rutas e historia que se podría y debería sacar a la luz pública. Hoy por hoy, la mayor proyección turística futura en la ciudad será la de visitar hoteles y no museos. Aunque deberemos también empezar por adecuar nuestra oferta cultural porque si para asistir a una ópera en Sevilla nos rascan 80 euros (dejando exiguo el presupuesto para compañías de menor coste en sus puestas de escena cercenando la oportunidad para todos) en comparación con la ópera en Budapest que nos cobran 20 euros (permitiendo entonces que todo el mundo tenga acceso), la frenada que debemos hacer es para que salte el ABS. Mientras aquí debatimos, proponemos, aprobamos, período de alegaciones, etcétera para hacer un museo de la Semana Santa, del flamenco o de costumbres andaluzas, en ciudades como Amsterdam tienen el museo de Van Gogh como joya de la corona pero aquí para adquirir la casa de Luis Cernuda y hacerla museo del gran poeta sevillano se deben sortear innumerables y extraordinarios escollos administrativos, burocráticos y políticos. Tanto que, seguramente, la Sagrada Familia de Barcelona finalice antes.

En estos días ya se ha noticiado como los Cines Alameda se convertirán en un hotel, El Corte Inglés de la Magdalena también y, para que la picaresca inversora llegue al máximo, hasta junto al auditorio de Rocío Jurado se pretende construir otro con el ofrecimiento (o sugerencia municipal) de techar el propio auditorio. Pero nada se dice de la construcción del metro, la mejora y potenciación del transporte público o la conexión del aeropuerto con la ciudad (en tren por favor) tan necesarios para que realmente se le dé sentido al turismo que se aloja en la ciudad.

Los datos indican que la estancia media del turista en Sevilla es de 2 días. ¿es ese el tiempo real que tiene visitable Sevilla? La creación de hoteles y la oferta turística de la ciudad en estos momentos tienen un carácter inversamente proporcional y esa es la razón de que nos encontremos cada vez más con un turismo mochilero que se dedica a visitar lo fácil pero comprensible por su parte porque la administración no le ofrece otra cosa. Espero que no seamos el verdugo de esta ciudad tan rica en tantas cosas por ver y disfrutar pero, al mismo tiempo, tan desconocidas, inclusive, por el propio sevillano. En definitiva, que mi amigo Rivera entre chicotá y chicotá visitando hoteles tuvo que decir al taxista -”niño, parame ya que me voy a mareá”-