Hay cosas que debemos cuidar entre todos. No podemos consentir que alguien cometa un delito y no cumpla la pena correspondiente; no podemos dejar que problemas nucleares de nuestra sociedad sean una especie de enfermedad crónica sin posible remedio (por ejemplo, la violencia de género o la que se ejerce contra colectivos desfavorecidos); aunque tampoco podemos caer en la trampa de cometer injusticias que no son reparadas jamás y que destrozan la vida de las personas.
Está muy bien defender a las mujeres que sufren violencia machista o acoso por parte de los hombres. Es necesario perseguir este tipo de delitos. Necesario y urgente. Lo que no está tan bien es que algunos hombres sean acusados, se les convierta la vida en una tortura y que , finalmente, la cosa se quede en que ‘aquí no ha pasado nada’. El daño que se provoca a alguien que es señalado como maltratador o como acusador o como violador, sin serlo, es atroz e irreparable. Ni la necesidad, ni la urgencia, puede lanzarnos a una ciénaga en la que todo se emponzoñe.
Hace unos días, conocimos cómo se archivaba la causa contra tres jóvenes afganos por la presunta violación de tres hermanas estadounidenses en Murcia. Los vídeos y las contradicciones en las declaraciones de las chicas hacían que todo se convirtiera en un circo que ha tenido consecuencias brutales sobre esos tres muchachos. No hubo agresión sexual, pero los tres hombres se han visto asediados, perseguidos y señalados de forma injusta. Ellas siguen en Estados Unidos, supongo que tranquilamente.
Ahora, conocemos que el Juzgado de Violencia sobre la Mujer de Huelva ha dictado un auto con el que se archiva y se dicta el sobreseimiento del caso contra Ignacio Caraballo, un político que antes de ser acusado era presidente de la Diputación de Huelva y secretario general del PSOE de Huelva. Se vio obligado a dimitir de sus cargos. Y, por supuesto, su vida personal se convirtió en un calvario. Según el juez no existe indicio incriminatorio alguno. Muy bien. ¿Y el daño que se le ha provocado a este hombre cómo se repara?
No podemos dejar que los malos campen a sus anchas, pero no podemos (tampoco) dejar que los buenos sean acusados sin ton ni son aprovechando movimientos sociales que, muchas veces, se sustentan en programas televisivos mediocres y catetos, discursos políticos diseñados por ignorantes y ventajistas. No cabe en una sociedad moderna el juicio sumarísimo ejercido por la opinión pública; no cabe la negación de presunción de inocencia cuando se acusa a alguien de unos delitos concretos que se ventilan en los medios de comunicación. No es justo y el daño que se puede provocar es enorme, desproporcionado e irreparable.
¿Recuperará sus cargos el señor Caraballo? Ya les digo yo que lo va a tener muy difícil o, directamente, imposible. ¿Recuperará la exquisita reputación de la que siempre gozó este político socialista que siempre defendió la libertad y la dignidad de los andaluces? Ya les digo yo que no puesto que las memorias son frágiles en estos casos. Y lo más importante de todo ¿podrá ser feliz Ignacio Caraballo a partir de ahora? Espero que sí, lo deseo de verdad. Del mismo modo que espero que los jóvenes afganos que han pasado tan mal rato con su falsa acusación puedan rehacer sus vidas sin complicaciones. Del mismo modo que los hombres y mujeres que pasan por estos procesos injustos y perversos.
¿A ellas, a las implicadas en estas dos causas, les pasará algo? Ya les digo yo que no. Y esto es motivo de reflexión por parte de todos. Al menos, debería serlo.