Imágenes

La visión del crucificado de los Desamparados entronizado en su flamante paso durante sus cultos cuaresmales tiene una impresionante potencia. Quién lo duda. Dejaremos ahora a un lado los vericuetos canónicos –y la eterna pugna entre el clero secular y el regular- que han aconsejado sacar al portentoso cristo de Montañés en unas breves andas de viacrucis. Ya hablamos de ello la semana pasada. La reflexión es otra y viene al pelo de esa larga colección de imágenes que, una veces por su calidad y otras por su acendrada devoción, merecerían ser expuestas alguna vez a un culto público más allá de los muros de los templos que la cobijan.

Ahí podría entrar en juego el devaluado viacrucis del Consejo de Cofradías, que suele estar precedido de un mediocre juego de jornadas y alternancias que no suele estar a la altura de las circunstancias que deberían rodear un acto de estas características. La muestra está cercana: ¿Cuántos años ha tenido que esperar el grandioso crucificado de la Conversión de Montserrat para mostrarse en esa solitaria plenitud? Convendría tomar nota. El ejercicio piadoso del primer Lunes de Cuaresma podría dar otros pasos buscando otra dimensión que le hiciera estar por encima de las pequeñas miserias cofrades.

¿Por qué no apostar por ese valioso catálogo de imágenes? Este mismo viernes, visitando el devoto –a la vez íntimo y multitudinario- besapié del Cautivo de San Ildefonso asaltaba la misma pregunta que se hace extensiva al catedralicio Cristo de la Clemencia, otra obra de Montañés que ha llegado a salir sobre un paso. Pero pueden ir más allá, recordando devociones que se quedaron sin cofradías, joyas artísticas y devocionales que podrían recibir nuevos rezos. El debate está servido.