Intrusos

Imágenes que se mojan

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04 abr 2022 / 04:00 h - Actualizado: 14 abr 2022 / 04:00 h.
"Intrusos"
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Reconozco que ver una imagen de un sagrado titular, de cualquier hermandad, que se moja por la lluvia es algo que me pone de los nervios, reconozco que lo paso mal y que, en mi, nace un sentimiento de impotencia y de incredulidad.

Es lo que me ha pasado en estos días que veo imágenes de Cristo con ponchos impermeables, en una procesión entre lo espectral y lo incomprensible. Jamás seré quién juzgue la decisión de una hermandad de sacar a sus titulares a la calle habiendo nublados en el cielo o una previsión meteorológica adversa, no será yo quién lo haga pues jamás me he visto en esa situación pero que entiendo la complejidad de la misma.

Pero si es cierto que, en mis tiempos, la sola posibilidad de lluvia implicaba pensarse mucho la opción de salir a la calle o no, de poner la Cruz de guía en carrera oficial o no, y, por lo general, solía ganar el no. Salgo el Miércoles Santo y pocos de ellos me he quedado en la iglesia del Cristo de Burgos por lluvia, muy pocos en los últimos 45 años, muy pocos. Pero cuando la lluvia nos ha tomado en el recorrido, cuando se veía al Cristo de Burgos bajo el agua, cuando mirabas tras de ti y venía un rosario de niños mojándose, te planteabas por que entrar en Sierpes y no tirar Laraña arriba y regresar... Es difícil, no seré yo quien juzgue pero con un pronóstico realmente de agua el Lunes Santo me puse muy malo viendo como los compañeros en otros medios de comunicación, «El Llamador», «La Recogía» o «La Pasión», narraban, con nerviosismo, con desesperanza, con estupor, lo que estaba pasando. De cómo los sagrados titulares de mojaban copiosamente bajo un diluvio difícil de describir buscando el refugio en la catedral, la Anunciación, El Salvador o el templo que le pillara más cercano. Realmente uno sufre viendo esas imágenes.

¿Precipitación? ¿Ganas? ¿Locura procesional? Fueron algunas preguntas que escuché entendiendo dos años de pandemia de sequía «semanasantera» que hacía que Sevilla tuviera muchas ganas tras un Domingo de Ramos espléndido. Puede que el desafío a los pronósticos pero, no nos engañemos, tras un pronóstico hay mucha Ciencia y muchas imágenes vía satélite de meteorología que dan poco margen al error. Llover iba a llover, lo que no se sabía ni donde descargaría ni cuando, pero llovería, y llovió, como si nunca hubiera llovido. La ansiada lluvia -tan necesaria- pero no en Semana Santa -o Feria-. Son cosas que pasan aunque se podrían haber evitado.

Ahora llegan los ecos de aquellos que piden responsabilidades ante estas imágenes, ante la lluvia, el daño al patrimonio humano o artísticos pero... Más que responsabilidades habría que sentir la empatía de la decisión a tomar, de la complejidad por todo lo que ha rodeado a estos tres últimos años, por las ganas, por lo que implica la Semana Santa. Entender la decisión, comprender los riesgos y, llegado el caso, pedir esas responsabilidades. Ahora toca a los expertos, como Juan Manuel Miñarro, evaluar el daño al patrimonio y a Dios juzgar las acciones sabiendo que no somos los jueces de nadie.

Soy el primero que le da pena ver esas imágenes, que sufre con ello, pero también de los primeros en pedir cordura ante las acciones y sus consecuencias. En otro año, seguramente, no suceda, actuar con cabeza y no con el corazón, por muy difícil que pueda parecer.