¿Indulto? ¿Qué indulto?

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26 sep 2020 / 21:35 h - Actualizado: 26 sep 2020 / 22:04 h.
"Opinión"
  • El ministro de Justicia, Juan Carlos Campo. / EFE
    El ministro de Justicia, Juan Carlos Campo. / EFE

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Siguen produciendo mucha indignación esos indultos anunciados, pero ahora por partida doble. Por un lado, esos catalanes que aprobaron en el Parlament, aquel 27 de Octubre del 2017, la declaración unilateral de independencia; y por otro, este gobierno débil, poliédrico y Frankenstein, presidido por el maquiavélico Pedro Sánchez

El pasado miércoles, el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, respondiendo a una pregunta de la independentista Laura Borràs en el Congreso de los Diputados, dijo: «Por cierto, esto que a usted le preocupa por lo que le toca, se empezará a tramitar la semana que viene». Se refería a los indultos. Así, como si nada, igual que si echara un huevo a freír. Nos dejó a todos perplejos. ¿Cómo es posible?

Lo de los independentistas catalanes ya sabemos que no es nuevo, viene de atrás, de hace muchos años. Pretenden cambiar la historia, quieren hacernos creer (algunos de ellos ya se lo creen) que su Cataluña libre, fue invadida por las tropas borbónicas en 1714 y a partir de ahí llegó su decadencia y opresión por parte del estado español. Falso, radicalmente falso. Pero de esta falsedad, ya se encargó el ex molt y expresident Jordi Pujol (que luego resultó que salía rana), adoctrinando en su leyenda a toda la comunidad catalana, dirigiéndola contra España. Continuó en esa escalada Artur Más, que inició el llamado proces cuyo objetivo era y es la autodeterminación y la independencia de España, encendiendo la mecha del independentismo en la Diada del año 2014. Poco después, le sustituyó otro personaje llamativo y esperpéntico, Carles Puigdemont, que el 1 de Octubre del 2017, convocó un referéndum para consultar sobre la independencia y que fue declarado ilegal por el Tribunal Constitucional. Y para colmo de todas estas irregularidades y falsedades, en Octubre de ese mismo año, el parlamento catalán aprobó la declaración unilateral de independencia, y el Gobierno español no tuvo más remedio que intervenir la autonomía aplicando el artículo 155 de la Constitución. Ese mismo mes, el valiente Puigdemont huyó a Bélgica dejando tirados a sus compañeros independentistas. Pocos días después, otros implicados huyeron siguiendo el ejemplo de su fugado presidente.

En Junio del 2018, fue nombrado en su sustitución Quim Torra, que está resultando el peor y más intolerante de todos, que ya es decir.

En todos estos años de proces, desde el 2012, los desafíos, desobediencias, desaires, incumplimientos, malversaciones, enfrentamientos, manifestaciones, desprecios, insultos, chantajes y coacciones, han sido incontables. Consecuencia de todos estos desmanes, en febrero de 2019, se abrió el denominado Juicio del Proces y en octubre de ese mismo año el Tribunal Supremo, condenó a distintos líderes del proceso independentista a penas de entre 9 y 13 años por delitos de sedición, malversación de caudales y desobediencia.

Por fin creímos, que aquel mal recuerdo había pasado. Pues no. Vuelve otra vez, pero ahora con el refrendo de este desnortado gobierno por la vía del indulto. ¿Qué indulto? ¡Si ni tan siquiera deslizan un mínimo de arrepentimiento sino todo lo contrario! «Lo volveríamos a hacer» dicen. Y, además, es el primer paso que llevará a reformar el Código Penal revisando el delito de sedición de modo que beneficiaría a estos dirigentes encarcelados. No salgo de mi asombro. Y qué podemos hacer frente a esta parte de catalanes que tienen en común su egoísmo, deslealtad y su odio a todo lo que suene a España y ahora con la inexplicable comprensión de este calamitoso Gobierno; pues exactamente todo lo contrario que ellos: más amor a Cataluña y a los catalanes, más comprensión, más presencia en la comunidad catalana y más mucha más Constitución, pero de indulto nada de nada.

Por cierto, hagamos nuestro el último spot veraniego de la Generalitat dirigida a todos los españoles: «Mejor con vosotros y la felicidad es estar unidos». ¡Que cruel paradoja!