La vida del revés

Inmigrantes

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04 sep 2019 / 08:12 h - Actualizado: 04 sep 2019 / 15:39 h.
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Son muchas las voces que se escuchan clamando por una regulación más estricta de la inmigración. Son muchos los que culpan a los inmigrantes de ser una lacra insoportable para la economía, una molestia continua en los barrios comparándolos con una especie de plaga arrasadora, la causa de una bajada insólita en los niveles educativos nacionales porque el suyo (su nivel) obliga a un desarrollo más lento y menos eficaz en las aulas. Son muchos los que dicen que los inmigrantes deberían regresar a sus países lo antes posible.

Nos hemos convertido en un país receptor de personas que quieren mejorar su calidad de vida. No hace mucho éramos nosotros, los españoles, los que viajábamos a países más avanzados para encontrar empleo y enviar algo de dinero a casa. Pero, ahora, somos un país de señoritos. Todos hemos estudiado, todos creemos estar por encima de los que son más pobres o menos letrados. Si salimos de España es para pasar unos días en un lugar maravilloso o para trabajar en una multinacional de renombre. Somos la élite de los emigrantes. Menuda cosa, qué éxito tan abrumador. Y, como somos lo más de lo más, hemos dejado de recoger cebollas, patatas o aceitunas; hemos dejado de colocar ladrillos al sol porque eso es cosa de pobrecitos. Eso sí, tampoco queremos que otros lo hagan por nosotros. Somos los más tontos entre los listos. Una jauría inmensa de perros de hortelano. Una sociedad perversa y decadente que mira por encima del hombro a los que vienen de lejos porque nos parecen delincuentes, malvados, más bajitos, más feos, sucios, gritones y no sé qué cosas más. Somos unos señoritos de pacotilla que utilizamos a los más necesitados mientras que las cosas van bien y cuando las vacas adelgazan queremos que salgan pitando porque nos gastamos una pasta en subsidios sociales. Qué listos somos. Claro, es que hemos estudiado.

Siempre pienso en cómo deben vivir algunas personas para arriesgar la vida en una patera. Me pregunto cómo debe ser el día a día del que deja a su familia a cambio de un trabajo demoledor para poder enviar unos euros cada semana. Pienso sobre cómo se siente alguien en país extraño, con la mirada baja sabiendo que le observan como si fuera una mula de carga. Me parece injusto, irracional y una majadería que nadie sea capaz de despreciar a otro por ser de fuera, por venir a realizar el trabajo que nadie quiere hacer.

Si alguien piensa que estamos en mala situación a causa de los inmigrantes que se vaya quitando la idea de la cabeza. Estamos aquí porque hemos despilfarrado a manos llenas, porque unos pocos roban a diario y nadie hace nada por evitarlo, porque el mundo que hemos construido es injusto y cruel con muchas personas que pasan las de Caín para poder alimentar a sus hijos, porque nos hemos dejado criar por el dinero.

Los inmigrantes no son una turba. Son trabajadores que quieren ganarse la vida como mejor pueden. La gran mayoría de ellos son honrados. Como los de aquí, los señoritos. Casi todos somos currantes y honestos. Los malos, los de allí y los de aquí, poco tienen que ver con este problema.

No confundamos recoger cebollas o levantar paredes con robarlas o quedárselas en propiedad aprovechando la desgracia ajena.