Jardín poético

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20 may 2016 / 20:44 h - Actualizado: 20 may 2016 / 20:45 h.

La historia del jardín en la poesía es milenaria. Los persas inspiraron sus versos en la espiritualidad de las flores como estos de Shakir Wa’el en su Visita a Granada: «La temperatura del alma / llega aquí a igualar la de las flores».

Los poetas del Al-Andalus cultivaron la lírica sensual del jardín: «Yo enamoro a este jardín donde la margarita es la sonrisa; el mirto, los bucles y la violeta, el lunar» de Ibn Jafaya de Alcira conocido como El Jardinero. Ibn Abd al-Rabbihi, nacido en Córdoba, también vio en los pétalos de la margarita los dientes del amor: «En el jardín hay imágenes tuyas; por su causa / se conmueven mis ojos y mi corazón apasionado. / La rama es tu talle; las flores, la túnica; / la rosa es tu mejilla y las margaritas, tu boca».

El jardín simboliza un instante de la naturaleza que la poesía convierte en emoción personal. Los haijin peregrinaban por montes y ríos japoneses solo para percibir el instante de una luciérnaga o del cerezo y anotarlo en un haiku. Kobayashi Issa escribió: «De no estar tú / demasiado enorme / sería el bosque».

Borges contó en El jardín de senderos que se bifurcan el jardín de Ts’ui Pên quien diría una vez: «Me retiro a escribir un libro». Y otra: «Me retiro a construir un laberinto». Todos imaginaron dos obras. Nadie pensó que libro y laberinto eran un solo objeto.

Antonio Machado le dedicó a Juan Ramón Jiménez un poema que dice: «El poeta es un jardinero. En sus jardines / corre sutil la brisa / con livianos acordes de violines, / llanto de ruiseñores.../». Y Juan Ramón simbolizó en la flor el oficio del poema: «¡No le toques ya más / que así es la rosa!».

Las flores profundas de Miguel Hernández a su hijo: «EI sol, la rosa y el niño / flores de un día nacieron. /... / «Entre las flores te fuiste. / Entre las flores me quedo». Las azules campanillas que Bécquer suspiró en el pequeño jardín de un balcón.

La poesía en su jardín, ese tiempo que cada uno elige cuándo sucede y cómo se llama. «Si ignoras el nombre de las cosas, desaparece también lo que sabes de ellas» dijo Carlos Linneo, botánico que, quizás, era poeta.

Felices flores de mayo. Hasta el sábado que viene.