Juro por Dios que estoy harto de escribir sobre artistas flamencos que se mueren. Y se están muriendo tantos... Es un chorreo. Anoche mismo, Pedro Jero, Perikín, uno de los guitarristas jerezanos más carismáticos de la historia. Era genial y tenía un soniquete único, mágico. Rozaba una cuerda de su guitarra y ya sabías que era él. Tenía un sello, un aire suyo, un pellizco. Y además, como persona era encantador, un pedazo de pan. Era dueño del don, eso con lo que se nace, algo que te pega tu madre en la piel cuando te pare. Estoy solo en casa y no sé si llorar o irme a Jerez, aunque no sé si podría. La última vez que fui a un funeral en Jerez fue al de Moraíto Chico y vine para el arrastre. Nos habíamos dado un abrazo en Nimes poco antes y verlo en el Tanatorio me mató. No quiero ver a Periquín muerto, joder. Ya está bien. Ni siquiera fui a darle el último adiós a Pansequito, al que quería como a un hermano mayor. Estoy cansado de despedir a la gente que quiero y a los artistas que adoro. Pedro era un bendito. Lo traté con más asiduidad cuando grabó en Senador La banda del Niño Gero, en 1991. Le escribí la carátula del elepé, por cierto. Ir a Jerez y encontrártelo en algún tabanco era como si te tocara la Lotería. Te saludaba con una sonrisa que era además un abrazo. Y si entrabas con él en una taberna era como si lo hicieras con el alcalde. Era un personaje, un ser de luz, tímido, cariñoso y con un arte que te morías de gusto escuchando tocar o hablar. Era un guitarrista de acompañamiento de los mejores, con un sello, y eso que nunca quiso ser guitarrista. En realidad odiaba la guitarra, según le confesó el pasado año a Juan Garrido en ExpoFlamenco. Pero al final se hizo profesional y cuando ya vivía de la guitarra aprendió a amarla. ¡Y cómo la amaba! Le hacía el amor en cada falseta. Se enfadaba con ella, pero le duraba poco el enfado. No sé cómo va a vivir su sonanta sin él, sin su Periquín. ¡Menudo guitarrista se nos ha ido! Y menudo flamenco. Ahora mismo no puedo decir nada más. Hay días en los que no habría ni que levantarse de la cama.