Todos estos que aparecen en las pantallas de televisión comentando realities, colaborando en programas de casquería social o participando en cualquier espectáculo ridículo e insultante para el género humano, lo que hacen es esperar. Esperan, esperan y esperan, sin saber que el tiempo va en contra de sus intereses, que nunca nada llega en el momento justo, que lo conseguido se convierte en inútil un minuto después. Esperan sin saber lo que están haciendo. Una tal Alexia espera encontrar al hombre de su vida y una oportunidad como periodista; Anabel Pantoja espera encontrarse a sí misma buscando en parejas que sienten por ella lo que un caracol por la diosa Atenea; Kiko Matamoros espera parecer joven al precio que sea necesario sin saber que no hay fortuna capaz de detener el efecto del tiempo; una tal Olga (esposa de ese que fue Guardia Civil y que se la ha jugado) espera poder ser feliz algún día aunque no se mueve del sitio porque le aterra ser ella misma y mostrar su vacío insoportable; Jorge Javier Vázquez espera que algún día los gais sean mayoría... Esperan y desesperan a la vez.
Esperar. Es lo que hacemos buena parte de nuestra vida.
Que todo vaya mejor, una fortuna caída del cielo, morir antes que los seres queridos, una buena vejez, éxito, el fracaso de otros, un gesto de alguien al que quieres querer y que nunca se dejó.
Esperamos por todo, para todo. Convertimos el tiempo en camino de conservación sin querer ver que el minutero destroza cualquier senda que deseamos transitar con calma. La fuerza centrífuga de la espera mueve las ideas hacia.
Esperamos mientras nos desmenuzamos aunque el espejo sea mentiroso.
Tal vez sea el gran mal que el ser humano lleva a cuestas desde siempre. Tal vez sea eso que nos impide ser felices de una vez por todas.
Pero aquí seguimos esperando eso que, si llega, se convierte en otro tiempo que paraliza. Aquí, por siempre jamás.
El problema de todos estos que andan por los platós de televisión haciendo el idiota es que no han reflexionado en su vida sobre cualquier asunto que no sea el dinero o la cantidad de bótox necesaria para tener los labios carnosos. El problema es que todos estos no saben lo que significa esperar. Y sirven de ejemplo para muchos que miran la pantalla como las vacas los trenes pasar. Qué pena tan grande.