Juan Espadas dice adiós y pone rumbo a la ratonera

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07 nov 2021 / 16:18 h - Actualizado: 07 nov 2021 / 16:20 h.
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  • Juan Espadas. / Archivo EFE
    Juan Espadas. / Archivo EFE

Juan Espadas se ha hecho mayor en política y su mirada se centra, ahora, en cosas más grandes que la alcaldía de Sevilla. No son pocos los que le acusan de haber dejado su puesto hace meses, que la atención que ha prestado a la ciudad ha sido escasa o mínima, y que ha utilizado la capital hispalense como trampolín para su carrera política y solo como eso. Y no parece que nadie esté llorando amargamente que Espadas deje su puesto los próximos días.

Los políticos suelen prometer fidelidad eterna al puesto que ocupan aunque si aparece una nueva oportunidad juran que serán los mejores en ese puesto que se les pone a tiro. Juan Espadas no ha sido distinto y el olfato le dice que su candidatura a la presidencia de la Junta de Andalucía puede funcionar. Otra cosa bien distinta es que los políticos suelen tener un olfato bastante limitado y que lo no sabe Juan Espadas es que lo va a tener entre difícil e imposible para desbancar a Juanma Moreno Bonilla. Demasiado peso del pasado en la mochila para alguien que cuenta con una sonrisa y poco más. Estos movimientos pactistas para sacar los Presupuestos andaluces adelante terminarán beneficiando más al actual presidente que al candidato; siempre parece más dialogante el que gobierna y cede espacio al que no lo hace que al revés.

La Andalucía socialista sigue desangrándose sin remedio. Cualquier candidato que llegue ha de estar dispuesto a atajar la hemorragia y eso significa perder en las urnas hasta conseguir que las heridas cicatricen. El que llega en estas circunstancias se convierte en el chivo expiatorio y nada va a cambiar esto. En este caso, Sánchez ha optado por defender una opción que no tiene pinta de hecatombe aunque tampoco de ganadora. El senado será el último refugio de Espadas después de pasar por la oposición en San Telmo y sentir esa sensación amarga y casi eterna que deja como poso la traición disfrazada de gran oportunidad (¡Seguro que ganas! ¡Eres mi hombre, Juan!). Es lo que hay.

Cuando un político no tiene nada que aportar a una ideología, si las personas no son capaces de innovar para progresar y todo lo fían al gasto público, o si la talla política no pasa de mediocre, la suerte está echada. Juan Espada cree que todo esto no va con él. Las urnas dictarán una sentencia que en La Moncloa ya barruntan. Y, además, antes de lo que toca puesto que los tambores de batalla electoral próxima en el tiempo suenan con fuerza.