África continente que sufre; pero en el cual también existe la esperanza. Observemos, por favor, en un mapa la inmensa masa que ocupa en nuestro planeta. En ella se dan contrastes, y cada pedazo de tierra es un espacio en donde todo puede ser posible. Existen países en África que tan solo aparecen en los medios de comunicación para decirnos la procedencia de las personas que huyen del dolor y de la miseria. Salen ya marcados, y el periplo que inician les obliga a cruzar un continente lleno de llagas marcadas, ante todo, en el corazón de cada persona que ha decidido atravesar caminos áridos con la acogida, en donde los surcos de los ríos se convierten en espacios que ocultan la tragedia de seres perdidos y desorientados, y todo esto para llegar a un mar inmenso que puede convertirse en una barrera llena de sorpresas, porque su fuerza arrastra la debilidad de sus cuerpos maltratados y sufrientes.
Ante esta realidad es posible la alegría y la esperanza. No me atrevería a cuantificar qué valor tiene África para Europa y en concreto para España. Considero que para quienes ejercen la política tiene el valor de la oportunidad del voto, porque no se percibe en ninguna fuerza política la intención de sentarse en una mesa a dialogar sobre un plan de actuación consensuado sobre África. Esto, los ciudadanos deberíamos valorarlo para castigar su falta de sensibilidad para trabajar de manera conjunta. Observar a nuestros políticos hablar sobre este tema causa tristeza porque lo que se percibe, en la gran mayoría, es un interés electoral, tan solo es importante la captación del voto de una y otra parte; pero no hay ni una referencia a las causas de esta realidad y cómo pretenden solucionarla. Observen sus programas políticos, cualquiera de ellos.
La alegría y la esperanza forman parte de África, y esto es posible porque han existido personas que creyeron en este continente que, si bien está lleno de contrastes, tiene un alma común: hacer que el mismo sea un espacio de encuentro. Para ello hay que avanzar en el desarrollo de la democracia y en la consistencia de una economía que se puede denominar economía social de mercado, en donde la riqueza se base en lograr un crecimiento coherente y equilibrado, que esté en línea con lo que he venido señalando en otras reflexiones cuando me refería a generar riqueza social.
Una persona que creyó y trabajó por África fue Julius Nyerere, Presidente de Tanzania. Una frase famosa suya fue: “Desearía encender una candela y ponerla en la cumbre del monte Kilimanjaro para que ilumine hasta más allá de nuestras fronteras, dando esperanza a los que están desesperados, poniendo amor donde hay odio, y dignidad donde antes sólo había humillación”
En estos momentos está en proceso de beatificación, trámites que comenzaron en el año 2005. En la homilía de su funeral el Cardenal Polycarp Pengo dijo “fue hijo de la Iglesia y tendrá su lugar en el Paraíso”.
Julius creía en la fuerza de África y por esta razón trabajó por instaurar un modelo político que bebía de los principios de la doctrina social de la Iglesia y que él plasmó en un socialismo africano. Un socialismo alimentado por el mandamiento esencial para todo cristiano: “amar al prójimo como a uno mismo”. Hoy, con la perspectiva del tiempo, me pregunto ¿qué pensaría Julius de tantos políticos que se “apellidan” socialistas y están, no se sabe muy bien el porqué, en una cruzada personal contra la Iglesia y las personas que reconocemos que somos cristianos católicos? Nyerere encontraba su punto de apoyo para hacer que África fuera un gran continente en sus principios cristianos, y en una manera de concebir la vida política y económica desde la doctrina social de la lglesia.
Las Uyamas eran mucho más que una aldea, eran un trozo de tierra en donde se pretendía crecer amando a África y esto significaba potenciar la formación, la economía, los principios de las reglas democráticas; en definitiva, el afecto hacia los demás y el esfuerzo por construir un país de referencia.
La Iglesia Católica ha trabajado en África y sigue haciéndolo, y puede ser, sin lugar a dudas, un agente esencial para servir de puente entre este inmenso continente y Europa. Julius lo entendió de esta manera. No estaría mal que nuestros políticos, unos y otros, tuvieran la sabiduría de convocar a un grupo de misioneros españoles que están en estos momentos en varios países de África para preguntarles cómo ven ellos una posible solución para que África pueda convertirse en el sueño que Nyerere tenía. No estoy seguro que tengan la humildad de hacerlo; pero quién sabe, igual nos sorprenden y son capaces de sentarse en una gran mesa de trabajo para escuchar a quienes pueden ser una fuente de información solvente y experimentada.
Julius fue un cristiano comprometido, portador de paz, convivencia, concordia y esperanza. Fue un referente para los políticos de su tiempo y, también era testimonio de vida para los cristianos. Él se sentiría identificado con el siguiente párrafo de la Exhortación de la Alegría del Evangelio: “Es sano acordarse de los primeros cristianos y de tantos hermanos a lo largo de la historia que estuvieron cargados de alegría, llenos de coraje, incansables en el anuncio y capaces de una gran resistencia activa. Hay quienes se consuelan diciendo que hoy es más difícil; sin embargo, reconozcamos que las circunstancias del Imperio romano no eran favorables al anuncio del Evangelio, ni a la lucha por la justicia, ni a la defensa de la dignidad humana. En todos los momentos de la historia están presentes la debilidad humana, la búsqueda enfermiza de sí mismo, el egoísmo cómodo y, en definitiva, la concupiscencia que nos acecha a todos. Eso está siempre, con un ropaje o con otro; viene del límite humano más que de las circunstancias. Entonces, no digamos que hoy es más difícil; es distinto. Pero aprendamos de los santos que nos han precedido y enfrentaron las dificultades propias de su época”.
Recordemos, para concluir, que Julius Nyerere está en proceso de beatificación, es ya un Santo de referencia, es para todos un punto de encuentro que nos ayudará a construir un puente solvente entre África y Europa. Fijémonos en él y logremos que nuestros políticos puedan aprender de sus enseñanzas y de su testimonio como cristiano. Y, sí, todos los políticos de todas las tendencias pueden tenerlo como referente, ninguno debe sentirse excluido y mucho menos los políticos que se reconocen cristianos.
David López Royo
Director de Responsabilidad Social Corporativa
Chávarri Abogados
Delegado Episcopal de Fundaciones
Archidiócesis de Madrid