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La Apostilla

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24 mar 2018 / 17:57 h - Actualizado: 24 mar 2018 / 19:34 h.
"Cofradías"

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Un año más, se nos ha regalado, a todos, al menos una ventana por la que asomados podremos ver la Semana Santa. Al menos una ventana, porque los habrá que gocen de un balcón desahogado para pasar animada y festivamente todas las jornadas de la Semana Mayor y otros que, quizás desde la esquina de su trabajo, asomando la cabeza porque no se pueden despistar ni un rato, verán pasar la cofradía del barrio, sólo una, y en ella se condensarán todas las emociones de una fiesta que es patrimonio absoluto de esa masa anónima que la vive, la prepara, la sufre y la convierte en referente indiscutible de la identidad de Sevilla.

Hoy es Domingo de amarnos, he dicho bien y no se han confundido los muchachos de la Sección de Local a los que tanto trabajo les queda de aquí hasta el Domingo de Resurrección, y que tanta valía han demostrado ya llevándonos, por el papel y la televisión, la hermosura de las cofradías de Víspera que pudieron salir y las que se quedaron en sus templos. Hoy es Domingo de amarnos, de olvidarnos de cualquier resquicio de pesares, envidias y recelos, discusiones entre los miembros de junta de gobierno o los responsables de todo el operativo de seguridad y protección que nuestro Ayuntamiento ha levantado para asegurarnos que la Semana Santa será como todos y cada uno queramos que sea, aplicando la prudencia a la que nos obliga la responsabilidad de vivir una ciudad plural.

Es un Domingo en el que «bajo la plata cautiva, como una blanca Paloma, por los varales se asoma la Paz» en palabras del pregonero Rafael Belmonte, ese que tan mal siguen comprendiendo eruditos y gurús de la Semana Santa.

Por él, y por tantos otros que harán la poesía en la que luego nos inspiraremos los oteadores y altavoceros es el Domingo de amarnos. El Domingo de amarnos nos convoca y nos llama a disfrutarlo.

Si amanece lluvioso no será el Domingo de la luz, pero nos seguirá convocando a la misma emoción y a la misma alegría. Miren ustedes mañana la Sagrada Cena saliendo de sus Terceros, San Roque arrancándonos una flor para su Gracia y Esperanza y, cómo no, por San Juan de la Palma la belleza de una Amargura que me pone ante ella para que alumbre su caminar.

Es Domingo de amarnos y el amor se repuja en la plata y se quema en la cera y el incienso que se derrama por las calles y por cada rincón de la ciudad. Una vez más se han terminado las palabras.