La vida del revés

La bajada a los infiernos de Isabel Pantoja es la de todos

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27 nov 2020 / 17:40 h - Actualizado: 27 nov 2020 / 20:03 h.
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  • Francisco Rivera ‘Paquirri’ e Isabel Pantoja. / Fotografía EFE- Archivo
    Francisco Rivera ‘Paquirri’ e Isabel Pantoja. / Fotografía EFE- Archivo

Todo lo que se está diciendo de Isabel Pantoja; de la herencia del matador de toros Francisco Rivera ‘Paquirri’; de Kiko, el hijo rabioso y, parece ser, engañado, de Isabel Pantoja; de las ventas y reformas de inmuebles propiedad de Isabel Pantoja, o de su hijo, o de los otros dos hijos de ‘Paquirri’ (nadie sabe ya qué es de unos o de otros); todo lo que se está diciendo, posiblemente, sea cierto; posiblemente, sea falso. Y a efectos de lo que requiere el espectáculo, da igual si es una cosa o es la otra. Lo único que sabemos con certeza es que es obsceno. Llevar hasta las puertas del infierno a una persona de esta forma es inmoral, es grotesco. La cadena de televisión está haciendo caja a base de bien; los invitados a los programas (esos que seguramente se inventen la mitad de lo que dicen) están haciendo caja a base de bien; el rabioso está haciendo caja a base de bien; y la cantante terminará rentabilizando todo esto de alguna manera y a base de bien. Todos ganan salvo los espectadores que no recibimos un céntimo de euro y nos degradamos moralmente al colaborar en que estas cosas sucedan en televisión. Sin saberlo, millones de personas están bajando a los infiernos. Los que viven en la televisión, se están forrando.

Dado el ruido que está haciendo este asunto en la televisión y en las redes sociales, me he animado a ver algunos minutos de los programas especializados en toda esta mierda (me ha aburrido mucho lo que decían unos colaboradores gritones, incultos y maleducados) y he buscado en Internet todo aquello que me permitiese entender qué ha pasado. Y he descubierto que me importa muy poco todo lo que se cuenta. Creo yo que debería resolverse en un juzgado. Ni me ha generado interés, ni morbo. He visto a muchos rodeando un escándalo familiar de los que tantos hay, a muchos que viven de arrancar la alegría y la dignidad a las personas; y ya está, no había más.

Si en España esto es lo que gusta, estamos arreglados. Sería la constatación de algo terrible: somos cada día un poco más necios y más desalmados. Igual nos iría mejor si nos dedicásemos a leer buenas novelas o, sencillamente, a dar paseos. Cualquier cosa menos postrarnos ante el cetro de lo odioso, de lo perverso, del daño injustificable.