Me está llamando la atención que apenas nadie me haya buscado para ver qué sé sobre la programación de la Bienal de Flamenco de este año, que se presenta el próximo martes con dos meses de retraso según la fecha que me dio el propio director, Chema Blanco. En ediciones anteriores era tremenda la impaciencia de los aficionados tanto sevillanos como del resto del mundo, lo que demuestra que el festival no interesa ya tanto como hace una o dos décadas. La gente piensa, en general, que siempre es más de lo mismo, que falta creatividad y dar entrada a los olvidados de la Bienal. No sé apenas nada de la programación y como estaré el martes en la presentación, ese mismo día opinaré sobre lo que nos hayan preparado el director y sus asesores. Una de ellas, extremeña, se sorprendió hace meses de que me pudiera gustar Enrique Morente. “No me lo puedo creer”, me dijo por teléfono. Así que Dios nos coja confesados. Pero soy optimista, no crean. Aunque el director haya manifestado varias veces en privado que no iba a hacer la Bienal que le gustaría, sino la que “me dejan”, algo que no entiendo, es probable que haya sorpresas positivas. No se entendería lo contrario, porque supongo que Antonio Muñoz, el actual alcalde, lo nombró director para que le diera otro aire al festival, un cambio. Por eso me sorprendió la endeblez de su equipo asesor. En esta edición vamos a ver si de verdad hay ganas en el Ayuntamiento de que el que llamamos mejor festival flamenco del mundo se va a poner o no las pilas. Como es un festival sevillano que se hace con dinero de la tierra, lo lógico sería que sirviera para que Sevilla vuelva a ser la Meca del Flamenco, como antaño. A la capital andaluza le quitas Torres Macarena y dos o tres tablaos de categoría y no tiene nada más. Tiene historia, eso sí, la mejor historia flamenca del mundo, pero esto no importa nada en el Ayuntamiento hispalense, como lo prueba el hecho de que no tengamos aún un gran centro de documentación sobre el flamenco que se ha dado en esta tierra en los últimos dos siglos. Es verdad que me pongo muy pesado con esto, pero es que da una idea de lo poco que nos importa este arte a los sevillanos en general más allá de la juerga y el interés crematístico. Iré con ilusión el martes a la presentación de la programación de Chema Blanco y espero que haya sorpresas agradables. Lo digo sinceramente. Sevilla ya no aguanta más desidia con el flamenco.