Recordarán que dimos en primicia, el pasado mes de marzo, la comisión asesora de la Bienal de Flamenco, en la que por cierto no hay ni un solo artista. Esta comisión está formada por Cristina Cruces Roldán, Alberto García Reyes, Sara Arguijo, Iván Periáñez e Isabel Rodíguez Palop. ¿Qué puede salir mal? Echo en falta a algún artista con experiencia, que son los que de verdad saben de esto, e incluso a alguno de esos grandes aficionados que hay en Sevilla, de los que han visto todas las bienales. También a algún productor o un crítico con experiencia, que ya no ejerza. Habrá quien piense que digo esto porque me hubiese gustado estar en ese comité -¿de expertos?-, y nada más lejos de la realidad. Jamás estaría, porque prefiero escribir sobre la Bienal, ejercer la crítica, que es lo mío. Y nunca haría las dos cosas, asesorar y hacer críticas de los espectáculos que recomendara, como se ha dado el caso en este festival. No creo que pase esto en ninguna cita musical del mundo. Este comité asesor no es presentable para el más importante festival flamenco, que no el mejor. Alguien tenía que decirlo. No entiendo por qué en el Ayuntamiento de Sevilla no quieren la experiencia. La de los artistas, por ejemplo. Podría dar veinte nombres que encajarían bien en esa labor, la de asesorar a la dirección de un gran festival de flamenco. Luego se quejan de las críticas, pero es que en la Bienal perdieron los papeles hace ya muchos años. Lo han demostrado con el nombramiento de Chema Blanco como director, lo mismo que fallaron en el de Antonio Zoido. El nuevo director viene con el aval de haber acabado con un gran festival como el de la ciudad francesa de Nimes. Cuando hace meses adelantamos su nombramiento, el de Chema Blanco, algunos artistas me llamaron ese mismo día poniendo el grito en el cielo. Uno de ellos me dijo que venía a darle la puntilla al festival sevillano, y estoy de acuerdo. Si lo ha hecho en Nimes en solo tres años, lo hará aquí también. Es verdad que el movimiento se demuestra andando, pero, sinceramente, esto puede ser un desastre. Y deseo equivocarme, claro.