La Gazapera

La Bienal o los festivales de los pueblos

Image
Manuel Bohórquez @BohorquezCas
27 may 2022 / 10:03 h - Actualizado: 27 may 2022 / 10:07 h.
"La Gazapera"
  • La Bienal o los festivales de los pueblos

En vista de que la Bienal es cada día menos flamenca y que va camino del garaje, la única esperanza para los artistas verdaderamente flamencos está en los festivales de los pueblos, que están ya a la vuelta de la esquina. En junio tenemos dos citas clásicas, como son el Potaje Gitano de Utrera y el Festival de Juan Talega de Dos Hermanas. En el primero necesitan vender miles de entradas para los actos sociales de la Hermandad de los Gitanos y en el segundo ya las están regalando para que el Auditorio Los del Río no muestre mucho cemento en la grada.

Este tipo de festivales nacieron a finales de los cincuenta, cuando la Ópera flamenca daba sus últimos coletazos, nacía el vinilo para enterrar los discos de pizarra, se creaba la Cátedra de Flamencología de Jerez y nacieron también los concursos nacionales. Cantaores y cantaoras como Antonio Mairena, Juan Talega, La Paquera, María Vargas, Fernanda y Bernarda de Utrera, Fosforito y jóvenes valores como Lebrijano, Morente y Camarón fueron decisivos en la consolidación de estos eventos de la canícula andaluza, que tuvieron su momento más álgido en los setenta.

Es imposible hacer ya carteles como los de antes, con estos nombres, porque la mayoría de los artistas citados han desaparecido o abandonado los escenarios. También aquellas glorias del baile que fueron Isabel Romero, Trini España, Paco Laberinto, Rafael el Negro o Antonio el Farruco. Y, por su puesto, guitarristas como Paco de Lucía, Melchor de Marchena, Eduardo el de la Malena, Diego del Gastor, Juan Habichuela o Pedro Bacán. Vas hoy a alguno de los festivales citados y te puedes morir de un ataque de nostalgia jonda, con aquel ambiente tan flamenco y los aficionados cargando con neveras para combatir el calor.

¿Son compatibles la Bienal y estos clásicos festivales del verano? Claro que sí. Siempre lo han sido. La Bienal es sobre todo para el turismo y los festivales de verano para el pueblo, para los propios andaluces. Nada hay comparable a escuchar una soleá al aire libre, en agosto, en marcos naturales como la Casa Palacio de Mairena del Alcor, La Fuenlonguilla de la Puebla de Cazalla o el Cerro de San Juan de Coria del Río. Piensas en tantos momentos mágicos vividos y no se apetece nada encerrarse en un teatro de la capital, con aire acondicionado y sin poder tomarte una cerveza fresquita en el descanso.

Como la Bienal se va olvidando de los maestros clásicos del cante, el baile y el toque, quizá sea el momento de volver a apostar por los festivales de la época estival. Sacar la nevera del trastero, llenarla de gazpacho, manzanilla de Sanlúcar y pimientos asados, recuperar también la mesita playera y perderse por esos pueblos del Sur donde duermen los ecos del mejor cante, baile y toque del siglo XX. Llámenme loco, pero acabo de ver si sigo teniendo nevera.