Manda narices que un año que no cubro la Bienal esté saliendo todo de maravilla, con los artistas inspirados y la organización rayando la perfección. Creo que no ha reventado ni un foco, que ya es hacer las cosas bien. Intérpretes flojitos están triunfando de una manera increíble, pero cierta, porque lo dicen los que opinan de los conciertos, a veces sin ir al teatro siquiera, que ya es la repera, Una habilidad. Al final, Zoido, el director, saldrá por la puerta grande, quién lo diría. Y con una programación floja, en mi opinión la más endeble de todas las ediciones. A lo mejor es que este año tenía que ser así por el tema de la pandemia. Había que celebrar el festival para que los profesionales pudieran trabajar, y eso ha sido un acierto porque lo están pasando mal. Seguramente la crítica lo está viendo todo genial un poco en solidaridad con los artistas, lo que es loable. Ha tenido todo el arte que hayan calificado a Pedro el Granaíno de “maestro de maestros”, como llamó Bobi Deglané al gran Pepe Marchena. Las dos palabras más escritas estos días son “triunfo” y ”éxito”, y eso está bien. Lo de dar palos a los artistas flamencos ha pasado a mejor vida, seguramente por lo de la nueva normalidad. Si un bailaor quiere salir con una gallina viva en la cabeza, que salga. Y si un cantaor, como en la edición anterior, sale al escenario en calzoncillos y canta para que lo tiren a los cochinos, que lo haga, aunque sea en el Lope de Vega. Si nos podemos llevar todos como hermanos, artistas y críticos, es tontería tirarnos los cacharros a la cabeza. Que un cantaor no tiene duende, no pasa nada. Que se atraviesa como un lepero en la Campana, sin problema. Que canta una granaína y dijo que iba a cantar una malagueña, le pagamos unas clases en China, y punto. Ya era de hora de que llegara el buen rollito a la Bienal, que estábamos siempre crispados. Criticábamos hasta los aplausos. “Lo aplauden todo”, decíamos. Dejémoslo que aplaudan, joder. El artista flamenco es muy sensible y lo que quiere son aplausos y olés. ¿Quién es un crítico para decirle a un chino o un ruso lo que tienen que aplaudir o no? En la pasada edición, en el Maestranza, salió un técnico de sonido al escenario a cambiar un micrófono y el público se puso en pie. Pues claro, la nueva normalidad de la Bienal debe ser así, generosa en aplausos y olés. Incluso en ojana. A ver, la ojana, bien entendida, es algo magnífico. Qué buena voz tiene el Niño del Ascensor. Pero si no canta, toca la guitarra. Bueno, pero hay que animarlo, que estamos muy jodidos con el coronavirus –coronapipi, así lo llama Antonio el Marsellés– y el bajón del PIB. En la nueva normalidad del flamenco, las críticas las tienen que hacer en Facebook las mujeres, cuñadas, compadres o jefes de los artistas. Mi marío convocó anoche a los duendes y no faltó ni uno. A ver qué dices tú ahora. Eres capaz de darle la Llave del Cante a un mudo, la VI, con tal de que no te pongan verde en las redes sociales. ¿Dónde se ha sacao usté el carné de crítico?