La bolsa de almendras

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16 jun 2019 / 08:00 h - Actualizado: 14 jun 2019 / 10:14 h.
  • La bolsa de almendras

Ayer ya eran casi las 23:00h cuando llegué a mi casa de correr, como dice la sevillana "cansá pero contenta". Lo primero que hice fue buscar mi botella de agua fresquita con sus dos buenas rodajas de limón y, por supuesto, coger unas cuantas almendras. "¡Mira que están buenas!" -pensaba mientras las saboreaba- "crujientes, saladitas... como diría Arguiñano: ¡ricas, ricas!" y de repente... "¡puaj! ¡qué asco!", la temida almendra amarga... ¡Qué cortada de rollo gastronómica! como si estuvieras viendo el último de capítulo de Juego de Tronos y, de repente, se va la luz... El primer acto reflejo es poner fin al "momento almendra", beber un buen vaso de agua para disipar el amargor y pensar en un tentempié mejor para la próxima ocasión ¿o no?

Y, ¿después de la amargura?

Seamos francos, a todos nos ha tocado la almendra amarga alguna vez: unas veces surge al principio de la bolsa y otras rozando el final, lo importante es saber reaccionar. Tal y como yo lo veo, tras la amargura, hay dos posturas posibles: seguir la aventura o convertir el resto del trayecto en tortura (probablemente pienses: "Y, ¿quién va a elegir la segunda opción? ¡eso sería una locura! pues te sorprenderías...). Quienes deciden seguir la aventura optan por no renunciar a sus almendras por muy desagradable que haya sido el sabor provocado por la amarga, eligen seguir profundizando en la bolsa (sin prisa pero sin pausa) haciendo que la propia aventura sea la causa de su felicidad... Los continuadores de la aventura son concientes de que, lo bueno, para siempre ¡no dura!, eso sí, lo único que es perpetuo es la buena actitud, aquella que potencia y nutre el (Talento Único) y cuando el se encuentra con los sinsabores también sabe que son pasajeros, que no llegan para quedarse, que superarse es lo primero y en el viaje de la vida, él se sabe y se siente como un apasionado viajero que se caracteriza por su pasión y su iniciativa, no permite que su existencia se consuma como una colilla en un cenicero...

Luego también tenemos a los que, tras la amargura, deciden convertirlo todo en tortura (fundamentalmente, los torturados son ellos mismos). Piénsalo, si en la enorme bolsa de la vida decides no continuar cuando te sale la almendra amarga... ¡tu placer te cargas! Es una pena renunciar a algo que te gusta porque una vez (o más de una) no salió como esperabas... A estas alturas de la película, todos sabemos que la vida no es un cuento de hadas (ni tampoco un valle de lágrimas), pues las almendras más repetidas en la bolsa de nuestra existencia son el aprender y el crecer, incluso de podría decir que la almendra amarga nos llega a fortalecer porque, si pasado el amargor continuamos, ¡nuestra mejor versión sacamos! En cierta forma, esa almendra amarga es una maestra vital que te lleva a profundizar en tu propia superación personal; sin embargo, si la enfocas como a una enemiga, si esa amargura permites que se convierta en una recurrente tortura porque, con tu actitud, te recreas en ese mal sabor y, tanto te lo repites hasta creerte que no puedes hacer nada mejor, acabarás por perder valor (personal, emocional y profesionalmente hablando).

Bueno, yo sigo disfrutando de mi bolsa de almendras, esperando que, de tus ojos, haya caído la venda...