Como la vida no se para y la política no está en el imaginario diario del público en general, en la campaña electoral han tenido mayor impacto temas que exceden con mucho el municipalismo, algo por otro lado previsible porque los partidos en general han diseñado su estrategia de forma global y nacional, y luego ya si eso hablamos de mi pueblo o ciudad. El terrorismo es un claro ejemplo.
Hablar de Bildu es hablar de un partido legal, por mucho que decirlo nos sugiera taparnos la nariz, y que ha aglutinado a la izquierda vasca, la abertzale profunda y la que no lo es tanto. Su composición más abundante la integran quienes en su momento pertenecían a HB, y algunos directamente a ETA, aunque la variedad de perfiles es amplia. Así a simple vista, una pesadilla, un horror. Tendrán los derechos civiles repuestos pero hay cosas que cuesta mucho pasar por alto.
Tanto, que parece pertinente y necesario recordarlo de vez en cuando, máxime cuando en esos pueblos y localidades del interior vasco se sigue orillando cuanto tufe a maketo. En agitar este tema ha sido preclara Ayuso, quien ojalá y por el bien de todos gestionara con la misma intensidad y eficacia la sanidad y la educación públicas de la Comunidad de Madrid que las estrategias políticas (bueno, ella o su mar-ítimo equipo). Ir a españolear en vascongadas le ha valido la cerrada ovación de todo el flanco derecho del electorado, y ya se sabe que estas cositas refuerzan liderazgos y marcan debates y agendas. Confronta que algo queda. Y de paso Ayuso le recuerda a Feijóo cómo se enerva al votante afín.
El PSOE reaccionó tarde. Y es hasta lógico. Al menos hasta ver qué dimensión tomaba el revival etarra de la derecha a cuenta de la inclusión de condenados por terrorismo en las listas para las municipales. Habida cuenta de que, además, fueron las organizaciones contra la violencia terrorista las que pegaron la voz sobre el tema: el PP lo hizo suyo porque la realidad es que no había recaído en eso o no había visto el filón que podía ser. Pero reaccionó. Y Sánchez afeó a su socio en el Congreso su laxitud con ciertos temas dolorosos. Bueno, bien. Aprobado raspado. Los tipos renunciaron a tomar posesión (las listas eran definitivas) y cada uno creyó ganar algo en esto.
Como en el EGM, todos dicen ganar. El PP, indiscutiblemente, vio la puerta abierta para hacer daño de verdad con su estrategia de ‘nacionalizar’ las Municipales y convertirlas en un plebiscito contra Sánchez, que desde aquí se ve de manera muy diferente porque no hay Autonómicas y los ayuntamientos, salvo algún caso muy muy excepcional, no se ven influidos fácilmente por navajeos centralistas. El PSOE ha defendido de manera suficiente una posición conciliadora, pero con memoria, y sacó a pasear que fueron los que derrotaron a los terroristas tanto a nivel policial como político. Bildu se ha metido en el debate nacional y ha reforzado ese absurdo discurso de la opresión estatal, porque no olvidemos que en lo más profundo de las profundidades del interior del País Vasco ni sabrán que los que jaleaban a los presos e insultaban a las víctimas del terrorismo sostienen al gobierno de España. Quien no ha ganado nada con el tema es Vox: Ayuso ha solapado su posición y sorprendentemente no han sido capaces de aportar nada a la agitación. ¿Y el PNV? El PNV siempre gana, hasta cuando no necesita levantar la voz en este tema. Distinto es que Ayuso les califique de ‘partido xenófobo’ en su fundación, eso sí les duele. Que el pasado es el pasado según como resulte de pesado.