Los ricos del fútbol van al revés que la evolución de la Historia. Desde hace años, lanzo a mis alumnos una pregunta en clase que puede parecer en nuestros días una frugalidad: ¿Por qué hoy, hoy, pueden coincidir en la misma fiesta un noble, un burgués y un plebeyo? El burgués puede tener más dinero que el noble y el plebeyo ser un roquero multimillonario mientras que el noble a lo peor lo que tiene son blasones, sobre todo, pero ahí están los tres. La respuesta es obvia: cuando la casta mercantil burguesa vence a la nobleza no la destruye sino que ambas castas se asimilan con la predominancia definitiva del pensamiento burgués que inventa el capitalismo popular y el consumismo, razón por la cual el plebeyo gana dinero y tira a la basura el paraíso proletario de Marx. Luego, la realeza-nobleza introduce en su palacio al plebeyo y ahí tenemos las apariencias de esa fiesta plural a primera vista. Esta pluralidad no era posible hace un par de siglos y quedan restos aún de ello: la nobleza no se mezclaba con los burgueses, esos ricos horteras, y menos con la chusma. Ni los burgueses con la chusma, por supuesto.
El fútbol va al revés, los muy ricos pretenden formar su casta noble para separarse de la burguesía menor, ésa que juegue aparte, con sus iguales, hay clases y clases, castas y castas. Además, la pela es la pela y para dos días que vamos a vivir hay que vivirlos con calidad y categoría, ¿qué hacen los privilegiados jugando con equipos inferiores si el mundo es global y lo mismo que los magnates de todo tipo tienen sus lobbies, sus clubs de recreo, sus instituciones que mandan sobre los gobiernos elegidos por el pueblo, ellos, los de las botas de oro, pueden tener su liga con sus iguales y ponerse de pasta hasta las trancas?
La liga ésa de las superestrellas es el reflejo de la vida misma, es la libre iniciativa empresarial, la libre circulación de capitales y tendrá que llegar también la de la mano de obra y el despido libre; alcanzar esa cúspide de las cúspides va a ser la ilusión de todos los días de todos los futbolistas y entrenadores del mundo que aspiren a entrar en palacio y ser admitidos dentro de la casta. El fútbol es un espejo del mundo socioeconómico mercantil: los ricos cada vez son más ricos y los demás que se las avíen como puedan. Los grupos mediáticos se frotan las manos, ¿para qué ofrecerles a los grandes públicos mundiales partidos de jamón york si todos los choques balompédicos pueden ser de pata negra? Además, un gran grupo mediático sabe cómo extraerle rentabilidad a esta liga de platino y diamantes, a la de oro, a la de plata, a la de cobre y a la que cagó la gata.
La liga europea-universal es un primer paso para formar de aquí a 200-300 años la selección terrícola de balompié que se enfrentará a otras de distintos planetas en los estadios que hayamos edificado en la luna o en Marte, sin ir más lejos, y les disputará la Copa del Universo. Los cataríes dueños de Bein Sports TV y Jaume Roures tenían ya que ir pensando en este asunto.
Confieso que, como hace tiempo que se viene hablando de esta superliga, a mí me pareció de perlas porque la liga española es un campeonato con el pescado vendido de antemano: tres equipos -ahora tres, antes dos- que se turnan ganando ligas año tras año, con dieciocho o veinte detrás, más los favores arbitrales. La superliga en España está ya fundada de facto, hasta los periodistas dicen que el Madrid juega una liga, el Betis otra y el Éibar otra. La liga española es como si yo me empeño en pegarme todos los años con un tío de 1,90, 80 kilos, cinturón negro y usuario de pesas. A menos que tenga suerte y le dé con una honda en los testículos lo normal es que todos los años me mande al hospital. Y es que cada uno debe estar con su tribu, lo de David y Goliat es una potra que no sabemos ni si existió.
Por último, si para los futbolistas la ilusión de todos los días es llegar a esta liga galáctica, la ilusión de todos los días para los plebeyos va a seguir siendo la ONCE porque ganarle a uno de los grandes en el campo de juego es pan para hoy y hambre para mañana, una algarabía momentánea. Añadamos a esto que, si puede existir una superliga, una liga, una liguita y una liguilla, es porque la gente se engancha con todas ellas y porque las empresas del fútbol no les pagan a los gobiernos el dinero que les deben y los gobiernos transigen para que el personal siga entretenido. Una vez más, tenemos lo que nos merecemos.