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La chica de Ipanema

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20 ene 2022 / 21:41 h - Actualizado: 20 ene 2022 / 21:46 h.
  • La chica de Ipanema

En ruta por la carretera, en compañía de mi mujer, enfilando hacia Madrid para pasar allí las recientes fiestas navideñas y sintonizando una emisora FM, disfruté del sonido de la famosa canción brasileña titulada “La chica de Ipanema”, esta linda y melódica música del género Bossa Nova, compuesta en el año 1962 por los autores Vinicius de Moraes y Tom Jobim. La musa inspiradora de esta canción es una deslumbrante muchacha que el dúo de artistas, desde una terraza donde se sentaba para conversar y tomar una copa, solía contemplar paseando por la conocida playa carioca. Ya data de casi 60 años esta creación que ha sido interpretada por muchas celebridades, como Sinatra y Madonna, y el paso del tiempo no ha menguado su belleza. Oyéndola, me surgió la idea de esbozar unas cuantas líneas dedicándolas a las mujeres que amé, que me han amado y que han compartido y aportado tanto en mi vida. No pretendo alardear de aptitudes de seductor, lejos de mi intención, además me considero un hombre común, sino que el interés mío al escribir este artículo es sencillo y puro, y consiste nada más, y nada menos, en rendir un merecido tributo a ellas, evitando en la medida de lo posible herir su sensibilidad, su pudor, o provocar susceptibilidades. La prueba es que la propia historia que dió a luz a “La chica de Ipanema”, la cual me ha servido de acicate, lo atestigua puesto que representa una oda rítmica, desprovista de todo tipo de espíritu obsceno u ofensivo a esta fémina.

Tengo que reconocer que he tenido una vida amorosa poco convencional, es decir que mi recorrido desde el punto de vista sentimental no es corriente. Aparte de otros valores con los cuales comulgo, mi vida está asentada sobre tres sustentos fundamentales, todos íntimamente ligados con el vocablo amor como punto de referencia: el amor que tengo por mi familia biológica, es decir el filio-parental, el que profeso por mi pareja, el amor heterosexual y finalmente el amor-amistad que es la relación que me une a algunos compañeros que me han demostrado ser leales y comprometidos conmigo a lo largo y ancho de estos diversos años y a quienes trato de corresponder. Estos principios y sentimientos son el motor de mi vida y creo que le doy a cada uno la justa importancia que tiene. Además, la combinación de estos tres ejes me procura una gran estabilidad emocional.

Desde mi llegada a España he tenido algunas relaciones sentimentales de peso e intensidad que han influido positivamente en mi vida y que han dejado una profunda huella en mi personalidad. Si Conchi fue la primera mujer española que me abrió generosamente su corazón y expandió mi campo de visión, mediante las múltiples charlas que tuvimos durante los años pasados juntos, las otras cuatro no han tenido un papel menor o baladí. Han sabido, cada una a su estilo y empleando unas educadas maneras, entregarse, quererme y apoyarme en los momentos difíciles por los cuales he pasado; Marisa, la revolucionaria, supo transmitirme cariño, y sobre todo sosiego cuando tuve que enfrentarme a la inesperada muerte de mi madre, sabiendo aportar un rayo de luz a esta tenebrosa situación circunstancial; Marga, cuya presencia a mi lado me infundió esperanza y paz y que me escrutaba con ojos de admiración, esta mujer cuyo aspecto grácil contrastaba con la inmensidad del amor que me ofreció. En los múltiples viajes que efectuamos, fue palpable su felicidad a mi lado; Mari Carmen, que llegó a mi vida en un momento muy especial. De bella estatura, elegante y hermosa, estuvo a mi lado en los buenos y delicados momentos de mi existencia, en especial subrayo la actitud ejemplar que tuvo cuando me diagnosticaron un adenocarcinoma renal izquierdo. Su comportamiento después de la intervención, cargada de complicaciones postoperatorias, y en el período de convalecencia, me ayudó enormemente a aliviar la angustia y a soportar la severa etapa por la cual estaba transitando mi salud. Este duro trance que puso a prueba mi integridad física me hizo largamente reflexionar sobre la complejidad y fragilidad de la vida.

Soy perfectamente consciente de que he sido muy parco al no poner de relieve algunos rasgos positivos más del carácter de estas parejas citadas, evitando en este canto a ellas ser prolijo y, así, no correr el riesgo de ser indiscreto. En la vida de cada uno, hay gente que ha desempeñado un papel que merece destacar y es de justicia reconocerlo. Muchos amores empiezan y acaban; honradamente admito mi parte de responsabilidad en el fracaso de los míos. Y si a una o a todas esas mujeres, en algún momento de sus vidas, les he causado algún daño al ser poco comprensivo, y no estuve, inconscientemente, a la altura de algunas adversas circunstancias que ellas vivieron, pudiendo quizás aportar alguna posible solución a ellas, es el momento de presentarles sin ambages, ni reservas, mis sinceras y humildes disculpas. Reconozco que me han amado profundamente y me hicieron muy feliz. Solo tengo palabras de agradecimiento porque el destino las puso en mi camino y su presencia a mi lado, pese a las diferencias culturales que a veces parecían insuperables, me hizo vivir momentos de gran satisfacción. Me duelen profundamente tanto las amistades rotas como las rupturas amorosas.

De mi actual mujer, quien comparte mis oscilaciones anímicas, mis penas y preocupaciones, mis tristezas y alegrías, mis proyectos y mis triunfos, apunto que ella ha sabido introducir, con su saber hacer, su perfume natural y su sonrisa, notas de alegría necesarias que me procuran tranquilidad y hacen más agradable la convivencia.

Alix Coicou es médico-psiquiatra