La Tostá

La Constitución es una niña

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
06 dic 2021 / 09:45 h - Actualizado: 06 dic 2021 / 08:29 h.
"La Tostá"
  • La Puerta de los Leones del Congreso de los Diputados se ha vuelto a abrir este viernes por el Día de la Constitución tras dos años de pandemia. Alberto Ortega - Europa Press
    La Puerta de los Leones del Congreso de los Diputados se ha vuelto a abrir este viernes por el Día de la Constitución tras dos años de pandemia. Alberto Ortega - Europa Press

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Hay quienes están de acuerdo en que la Constitución española debería ser revisada, porque está antigua y la vida ha cambiado. ¡Cómo que antigua! ¿Y la de los Estados Unidos, que es de 1787? Es verdad que ha sido revisada a través de veintisiete enmiendas, pero está en vigor desde 1789. La nuestra tiene solo 43 años, o sea, es de ayer, y solo ha sido modificada en dos ocasiones, una en 1992 y otra en 2011. Tenía 20 años cuando la voté, en mi primer encuentro con las urnas. Fue maravilloso poder decidir en el futuro de mi país y fui lleno de ilusión porque dejábamos atrás definitivamente el franquismo, la época más negra de la historia de España. La derecha y la izquierda se entendieron y ello permitió que miráramos para adelante. Hubo generosidad por parte de todos y hemos vivido más de cuarenta años en paz y armonía, a pesar de lo difícil que resulta eso en nuestro país, y ahí está la historia. Que más de cuarenta años más tarde sigamos viviendo en democracia, aunque sea más o menos de calidad, es algo que deberíamos celebrar cada día al levantarnos. Sin embargo, la Constitución y la democracia llevan tiempo amenazadas.

Ayer vi un reportaje en un canal de televisión y quedé algo triste cuando vi que un buen número de jóvenes universitarios no sabían qué era la Constitución y para qué servía. Una de las jóvenes, de poco más de veinte años, dijo poco menos que le importaba un pimiento. Por consiguiente no todos los españoles vamos a celebrar hoy que hace justamente 43 años fuimos a votar para poder dejar atrás la dictadura y crear entre todos un país habitable, libre y próspero. Personalmente admiro a la clase política de entonces, porque fueron capaces de entenderse, dejar atrás el rencor y pensar en el futuro. Los admiro a todos por igual, como desprecio a los de ahora también por igual, porque no entiendo que hayan perdido aquel espíritu de la Transición. Aprecié mucho en su momento la generosidad de la derecha con quienes perdieron la Guerra Civil de 1936, y también la de la izquierda con los verdugos del franquismo. O sea, aprecié al sindicalista Marcelino Camacho y también al exministro de Franco Manuel Fraga. Y lloré de emoción viendo en el Congreso al poeta portuense Rafael Alberti y a Santiago Carrillo. Es verdad que tenía solo 20 años y que apenas sabía nada de ellos, aunque ya leía libros. Pero siempre estuve seguro de que entre todos estaban haciendo algo grande. Si no celebramos hoy la efemérides, ¿qué vamos a celebrar?