El SARS-CoV-2 se ha llevado por delante muchas cosas. Vidas humanas que se cuentan por cientos de miles, los futuros de los que no podrán tener una vida normal a causa de las secuelas que deja la Covid-19, miles de millones de euros de pérdidas en las economías de todos los países del mundo (seguramente, los chinos se han librado de esto), millones de puestos de trabajo que se habrán perdido para siempre y la salud mental de media Humanidad. Todavía no lo sabemos, pero estamos deprimidos a más no poder y la cosa va a ir a peor.
El cansancio es absoluto. Las noticias son horrendas y, además, contradicen los mensajes que nos han estado enviando los políticos durante meses (la pandemia ha sido vencida media docena de veces según nuestro Gobierno), el desconcierto es superlativo y ya casi nadie sabe si hay que llevar mascarilla, si se puede tomar un café sentado en un bar, si la cuarentena es más o menos corta... Todo es un disparate que nos ha llevado a autorregular nuestra vida al margen de las directrices desastrosas que se han marcado desde el Gobierno y las distintas Comunidades Autónomas. Y todo este desbarajuste nos pasará factura en forma de depresión o desequilibrio mental del tipo que sea. Cuando hemos exclamado, al escuchar noticias o leer las normas impuestas, que eso era para volverse loco, sin saberlo, estábamos señalando un camino exacto.
La muerte, la incertidumbre o un tsunami informativo, son malos compañeros de viaje. Y eso es lo que hemos tenido desde hace dos años: los seres queridos y amigos muriendo solos en los hospitales, no saber qué es lo que sucede, una cantidad de información imposible de asimilar mezclada con un número de bulos diarios imposible de contener. Entre tanto caos, los ignorantes y caraduras han conseguido hacerse un hueco diciendo idioteces y poniendo en duda lo divino y lo humano; los medios de comunicación y miles de usuarios de redes sociales se han lanzado a por la visita fácil anunciando catástrofes o utilizando trucos zafios con los que conseguir un clic, la opinión de todos se ha ido imponiendo a la de los que saben y el resultado es desolador.
Esto no hay persona humana que lo aguante. Por si era poco, Rusia está provocando una tensión descomunal en las fronteras ucranias y se comienza a perfilar con claridad un conflicto armado que puede resultar catastrófico. Por si era poco, las protestas en diversos países del mundo, comienzan a ser violentas y el efecto contagio se extiende con rapidez. Por si era poco... Tenemos pegados todos los problemas que uno puede imaginar y no parece que las soluciones vayan a llegar al mismo tiempo que los conflictos. Eso sí, lo de los cuernos de Urdangarín a la infanta es suficiente para sigamos a lo nuestro sin inmutarnos.
Nos vamos a volver tarumbas. Eso es lo único seguro porque el resto está en el aire y nadie parece ser capaz de solucionarlo. Eso y que el ser humano ha perdido el rumbo y ya le da lo mismo ocho que ochenta.