La cuarta edad

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02 oct 2015 / 21:44 h - Actualizado: 02 oct 2015 / 21:44 h.

El pasado domingo oía un programa de radio y en el mismo nos anunciaba el célebre escritor Fernando Sánchez Dragó que próximamente iniciaría su nuevo programa de televisión. Esto no tendría mucho de insólito (pues ya ha protagonizado varios) si no fuera porque el angelito gasta 78 primaveras, y lejos de hundirse en el letargo de la senectud, ahí está dando lecciones de vitalidad y fuerza de espíritu. Del mismo modo, hace un par de días me comentaba un buen amigo cómo los célebres cantantes de música country Willie Nelson y Merle Haggard, con 82 y 78 añitos por barba, se han arremolinado y el pasado junio han sacado un nuevo disco al mercado, donde están haciendo las delicias de los aficionados al género. Desde luego nada muy habitual.

Llama la atención este grado de actividad de estas personas a edades tan avanzadas, que da a pensar que hayan superado esa llamada tercera edad para sumergirse en otra más evolucionada, donde la sabiduría y la experiencia nos pueden llevar a elevados niveles de eficiencia. Tampoco es desconocido cómo muchos profesionales (sobre todo en la enseñanza o en sectores jurídicos) alargan sus carreras hasta avanzadísimas edades dotando de sus doctos conocimientos a sus sectores y coetáneos.

Por el contrario, el mundo de la empresa es más amante de la sangre fresca y las canas son recibidas con bastante desdén, hasta el punto de que las listas de parados de edades lindantes a la cincuentena es muy exagerada, y lo peor con demasiadas pocas expectativas de reincorporación al mundo laboral. Por supuesto podremos alegar motivos o cuestiones anejas que también puedan propiciar este tipo de situaciones, pero me queda la duda de si no estamos dejando pasar un elevado caudal de experiencia y conocimiento, que pasa a la reserva demasiado pronto, dejando en el limbo todo lo vivido, lo aprendido y lo que se puede ofrecer.

En este país nuestro llevamos demasiados años sufriendo las consecuencias de un sistema laboral poco eficiente, que al final va siendo retroalimentado por sí mismo. Las crisis económicas, fusiones y movimientos estratégicos se saldan con reducciones de personal, normalmente los de edad más elevada, y ello mismo ha producido un regusto conformista por abandonar el mercado laboral a edad temprana (demasiadas veces porque no queda otro remedio) y al final creo que se termina por perder un importante caudal humano que podría ofrecer mucho a nuestro sistema productivo.

Pienso que habría fórmulas para propiciar el mantenimiento y aprovechamiento de esta masa de conocimiento y experiencia laboral, con contratos a tiempo parcial para determinadas edades o incentivos al emprendimiento tardío, que permitan seguir en activo, seguir desarrollándose a muchas personas que están muy lejos del final de su vida útil. Creo que todos saldríamos ganando. ~