Viéndolas venir

La desafección

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Álvaro Romero @aromerobernal1
21 oct 2019 / 08:21 h - Actualizado: 21 oct 2019 / 08:23 h.
"Viéndolas venir"
  • La desafección

Lo más peligroso de los enfrentamientos políticos, de la bronca diaria, del y tú más de cada día, del continuo rifirrafe entre partidos, de la burda lucha dialéctica entre los partidarios de unas siglas contra otras es la desafección ciudadana por la Política, el asco permanente que produce en la gente de a pie que ciertos paisanos se especialicen en desprestigiar a sus adversarios cueste lo que cueste, solo para dibujar en el inconsciente colectivo un maniqueísmo con el que facilitarles las cosas en las cada vez más abundantes elecciones incapaces de garantizar una mayor sensación democrática: los buenos contra los malos. Así de simple.

Y no. Ni la vida ni la política son tan simples. Todo es compuesto, relativo, complejo, obtuso. Y lo que un partido señala como vergonzoso en su adversario es lo que en ese mismo partido han hecho cuando tuvieron la oportunidad, o lo que harán cuando la lleguen a tener. Pero, en comunicación, los efectos no dependen nunca de qué se cuenta, sino de quién lo cuenta, cómo, cuándo, en qué posición, a quién se le cuenta y para qué.

Los políticos se han especializado en construir un discurso cotidiano, que deviene en agenda, contra el adversario. No se construye, creativamente, sobre la nada, sobre la falta de ideas, sino contra el otro, contra las ideas del otro, contra el peligro que supondría atender el ideario ajeno. De este modo, la clase política que soportamos se ha acostumbrado no a intentar solucionarnos la realidad común, sino a enfangar con sus discursos incendiarios las utópicas realidades de sus adversarios. Se gastan demasiado talento, demasiadas palabras, demasiados recursos en atacar las realidades soñadas del adversario. Y, mientras tanto, la realidad real en que vivimos sufre el abandono de unos políticos irresponsables, es decir, sin respuesta.

El mayor peligro es la desafección, como decíamos, la falta de implicación de la ciudadanía en la política, que es cosa de todos, la huida hacia adelante, sin sentido, del individualismo feroz que se sigue alimentando incluso desde los partidos políticos en cuya agenda, en cuyas promesas y en cuyos programas sigue alimentándose esa falacia de que cada palo aguante su vela, mientras la realidad común que deberíamos aguantar entre todos sirve únicamente de escenario para ese gran teatro político en que se juega a enfrentar realidades aún por construir.