La vida del revés

La emoción y los jubilados

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18 oct 2019 / 07:25 h - Actualizado: 18 oct 2019 / 08:54 h.
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  • Miles de jubilados cortan la Carrera de San Jerónimo en Madrid. / EFE-Zipi
    Miles de jubilados cortan la Carrera de San Jerónimo en Madrid. / EFE-Zipi

Emociona ver a los ancianos españoles peleando con uñas y dientes por las pensiones de todos los jubilados y las de los que lo seremos en unos meses o unos años. Emociona comprobar cómo se emocionan al llegar a Madrid después de caminar muchísimos kilómetros para reivindicar que el sistema público de pensiones se ponga a salvo. Emociona cómo hacen valer su edad, como arriesgan lo grandes que son y lo poco que tienen casi todos ellos. Emociona saber que no mienten, que si dicen que luchan por lo de todos es que luchan por lo de todos y si dicen que no piden nada que no sea el bien común es que no piden nada para ellos de forma particular.

No piden nada del otro mundo aunque, hoy, cualquier cosa que parezca razonable, justa y decente, se confunde con cosa de marcianos. Porque hay dinero para casi todo excepto para las pensiones de nuestros mayores. Siempre están cuestionadas mientras la deuda exterior alcanza cifras de locos, los millones de euros tirados a la basura en infraestructuras son vergonzantes o las causas por corrupción acumulan cifras astronómicas. Por eso emociona más saber que ellos luchan contra un monstruo que nunca cede, contra un Estado manejado por esos que miran una pensión como las migajas de los pobres.

Miro el grupo de jubilados que ha llegado hasta la puerta del Congreso de los Diputados. Todos fueron jóvenes, fuertes, atractivos. Siguen siendo luchadores de primera categoría. Me emociona pensar que ya cuidaban de mí siendo un niño y siguen dispuestos a seguir haciéndolo. Hasta el final. ¿Hay algo más emocionante que eso?

Ya he dicho en público alguna vez que mi abuela Inocenta era analfabeta. No conocí a ninguno de mis otros abuelos. El caso es que Inocenta era la que mejor cuidaba de mí, era la que aconsejaba, era la que más libre me hacía sentir. Mi abuela siempre fue una anciana. Tal vez desde antes de nacer lo era ya. Y, ahora, pienso en ella, en las cruces que trazaba en los papeles a modo de firma, en cómo quitaba las hebras a las judías verdes mientras yo le contaba alguna historia inventada. Con ella aprendí lo importante que es tener cerca a alguien que entienda lo que sucede alrededor.

Nuestros mayores siguen cuidando de todos y me temo que no estamos sabiendo corresponder. Cada día están más solos, más abandonados. Deberíamos asumir que lo único que podemos hacer con y por ellos es amarles sin condiciones.

Me emociona mucho que me hagan reflexionar. Me emociona respetarles. Me emociona querer ser cómo ellos cuando me cedan el testigo. Me emociona emocionarme con ellos y por ellos. Sí, mucho. Muchísimo.

Gracias abuelos.