Intrusos

La España de los cainitas

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03 mar 2022 / 04:00 h - Actualizado: 03 mar 2022 / 04:00 h.
"Intrusos"
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Qué difícil es poder explicar la de ocasiones en las que se debería tener una boca prestada y decir lo que tu cabeza realmente piensa pero tus labios sellan.

Seguramente han estado en esa situación en más de una ocasión, yo en muchas, uno prefiere ser diplomático –en exceso- a espetar un “juancarlos”, un “¿Por qué no te callas?” o “a ti que te importa”. En muchas ocasiones somos cronistas de la información y contamos lo que la actualidad depara pero...

Trabajo informando en diferentes aspectos de la vida y leo como a compañeros de esta publicación o de otros diarios, en los “mentideros” que son las redes sociales, en las publicaciones, hay muchos “expertos opinadores” que se atreven a opinar usando el insulto, la burla o enmendando un trabajo de horas tras un artículo y en lo que no se han detenido a pensar.

En esta vida de puede opinar, se puede criticar, pero lo que no se puede hacer es abanderar la injusticia, aquello de “este periodista no me gusta” y aunque escriba la Constitución “diré que es muy malo”. Así no encontramos que las filias y fobias se ponen de manifiesto en muchas ocasiones en redes o en las tertulias de bares que, por fin, han regresado.

Pero eso lo encontramos en otros ámbitos, muchos opinan de lo que no saben, dan clases de periodismo televisivo o de realización, “yo esto lo haría así”, “yo no diría eso”, “yo pondrían esto de esta forma”, las caras se cambian cuando se enteran de las condiciones de trabajo: “hágalo sin producción, sin desplazamiento de cámara, grabando a una hora poco solícita y como pocos medios, todo eso agítelo y a ver que sale: un milagro”. Pero claro, hay que saber y, aún así, se hacen auténticos milagros.

En radio ocurre lo mismo, haga radio cuando le dicen: “en estudio solo una persona por normas Covid y todo tiene que ser telefónico”. Pues pierde frescura y dinamismo pero, o así o nada. Por lo que se trabaja como se puede o, por ejemplo, con una mascarilla cuatro horas delante de un micrófono... Les garantizo que no es fácil.

Tengo un amigo, escritor, muy triste, el otro día me decía: “Puse en Facebook, con toda la ilusión, mi primer libro anunciado y la foto de portada y eso y me comenzaron a escribir que era un rollo, que se me habían escapado faltas de ortografía, algo que no es posible, que no les gusta la portada, que la novela es muy lenta y sosa, que ellos hubieran metido otro personaje más...”

El hombre estaba hundido pero, al final, quién hace el trabajo, quién escribe y sufre es sólo uno, el resto sería interesante ver como escriben y como encajan las críticas. Seguramente dirían: “Ese no es mi trabajo”, “Por eso no lo hago”, Yo bien”, por no caer en su trampa pero, interiormente, se comerían.

Hasta en la organización de eventos gratuitos hay ese cainismo. Conferencias o actos en los que no se gana nada y, en no pocas ocasiones se escucha aquello de: “¿Quién viene?” y al leer el cartel inventan alguna excusa aunque sean conferencias o eventos interesantes. Argumentan cualquier excusa pero si le dices “viene fulanito” y ese es de los que sigue pues hacen el desplante de tener la poca vergüenza de decir: “¡ah! Entonces voy”. Veletones y veletonas sin los que se está mejor, mejor solos que mal acompañados.

Todo esto llévenselo al trabajo, a su familia, seguramente encontrará mucho de ello en esta España cainita de la que habló Machado.