La extorsión de Rabat

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24 may 2021 / 07:27 h - Actualizado: 24 may 2021 / 07:29 h.
  • Varios marroquíes intentan llegar a suelo español desde la frontera que separa Melilla y Marruecos, a 21 de mayo de 2021, en Marruecos. Ángela Ríos / Europa Press
    Varios marroquíes intentan llegar a suelo español desde la frontera que separa Melilla y Marruecos, a 21 de mayo de 2021, en Marruecos. Ángela Ríos / Europa Press

No, no es una novela de espionaje aderezada de exotismo orientalizador ni un nuevo largometraje de historicidad trastocada al estilo del Ahmed al-Raisuli interpretado por el siempre interesante Sean Connery en El viento y el león (1975). Lamentablemente asistimos a un nuevo episodio de acoso y derribo por parte de la monarquía semiconstitucional de Marruecos, palabra eufemística de wikiconocimiento que podría traducirse por semidemocracia o semidictadura, según se mire. Su actual soberano tiene la fortuna personal más grande de África y más que por el bienestar de su pueblo, parece tener todo su interés en carísimo vestuario, ostentosos yates, centenares de vehículos de alta gama, relojes, joyas, abultadísimo equipaje y séquito trasladable a cualquiera de sus palacios disponibles, vamos...lo que viene ser vivir como un rey, pero en versión actualizada instagrammer. Su padre Hassan II (más intrigante, calculador y repartidor de plomo) y nuestro rey emérito (que tendría mucho que decir sobre concesiones territoriales pare ser coronado) tenían en común ese amplio ocio que está entre sus funciones principales, salvo que su figura simbólica obligue por cargo a gestión leve, firma o posado público, por aquello de lo campechano ante los plebeyos. A Mohamed VI parece pesarle el tarbush regio y ha delegado tarea en manos de hábiles asesores como Nasser Bourita, ministro de Exteriores, y Yassin Mansouri, en la Dirección General de Documentación. No tenemos conciencia e imaginación del poder ejecutivo que recae en discretos segundos planos.

Los españolitos, al parecer el único pueblo del mundo que no tiene derecho a ser nación, venimos sufriendo los envites y reclamaciones territoriales de esta dinastía alauita desde que consiguiera su independencia en 1956, afianzados como herederos del sultán de Tafilalet con emparentado incluido con el mismo Mahoma -sin padrón oficial que lo certifique- allá por el siglo XVII. Puestos a jugar con la misma medicina que nos aplican, podríamos buscar descendiente, competidor y aspirante a trono marroquí por la rama de los watasíes y su anterior Reino de Fez, o quizás alentar a nuevos grupos independentistas benimerines o saadíes que pugnen por una nueva esencialidad patriótica.

Sarcasmos aparte, desisto -por espacio y ganas- de intentar lección magistral sobre las conexiones seculares de España con buena parte de los territorios norteafricanos que abarcan el frente Atlántico y el mar Mediterráneo, pero nos debería sonar nuestro pasado por Alhucemas, Tánger o Tetuán y sería bueno curiosear en topónimos como Santa Cruz de la Mar Pequeña, Cabo Juby, o Saguia el Hamra y Río de Oro, (estos dos últimos incluidos en el acrónimo Frente Polisario, por cierto). A lo largo de los siglos nos dieron hasta en el carnet de identidad en sangrías permanentes y victorias pírricas, en un declinar de intento de imperio frustrado que trajo más miseria que gozos y beneficios para nuestra fallida identidad; desde el Rif hasta la silenciada guerra de Sidi Ifni y la salida por patas de 1975, nos convertimos en el pin-pan-pun internacional para engrandecimiento de nuestra habitual leyenda negra. Siguieron años de apresamientos e incidentes de pesqueros españoles, de roces por visitas oficiales, de la ocupación del Islote Perejil (2002), o ya más recientemente del litigio en el desplazamiento de demarcaciones oceánicas internacionales frente a nuestras Afortunadas. Por si fuera poco, la lotería con bote acumulado para nuestros cercanos residentes del sur les viene con Trump y la confirmación posterior de su anodino sustituto, en un sorpresivo reconocimiento y adjudicación -sin más discusiones- del enorme territorio rico en fosfatos, minerales valiosos, recursos marinos y energéticos.

Lo bueno de tener poderosos padrinos como Francia o Estados Unidos, de servir de contención al convulso Sahel, y de ser un discreto aliado musulmán de la causa israelí (Cf. la conexión sefardí y el momento actual en Palestina), es que tienes todas las de ganar para pasarte por Tindouf los acuerdos y propuestas de las decorativas Naciones Unidas. Con esa política de hechos consumados, un buen muro de 2.700 kms en el desierto (Al Yidar), y un suministro de material militar moderno por parte de múltiples potencias, solo te queda el problema de tus vecinos: Mauritania es un pareado tímido que no pretende mayores, mientras que Argelia -primaveras árabes pasadas- sigue en el papel de Moriarty histórico y competidor directo como potencia militar y económica del Magreb.

Al otro lado de Punta Benzú y junto a los servicios secretos del último país mencionado, el gobierno español y el CNI se ven envueltos en un espeso acto humanitario-hospitalario de traslado del líder polisario Brahim Gali. Al igual que ocurre con Marruecos, recordemos que existen fuertes inversores e intereses comerciales españoles-argelinos, por no hablar de una altísima dependencia del suministro de gas, circunstancias que sin duda abonan las justificaciones de cualquier acto que se pudiera tomar. Definitivamente la carrera diplomática necesita de amplia hipocresía a granel.

Pues en esas que estamos y ocasión que ni pintada para que se abra el grifo de la migración con el desparrame desesperado de entre 8.000 y 10.000 adultos, jóvenes y niños en una ciudad de 18,5 km2 y 84.000 habitantes. La UE reacciona tarde pero medio bien, con Alemania que ya puso morros al selfservice del Sahara Occidental y con la sugerencia de que se use el servicio Frontex para futuras oleadas, al fin y al cabo es teórico territorio europeo. El gobierno despliega el ejército, fuerzas de seguridad y ayuda humanitaria, tomando una decisión salomónica con la devolución de más de 6.000 migrantes en caliente (al pan, pan...y no veo otra opción, francamente) y el limbo jurídico de unos 700 menores que debe acoger.

Las reacciones a múltiples bandas son de reclinatorio. Si empezamos por el grado más revulsivo compiten en naúseas las de índole racista-sexista de Cristina Seguí y Hermann Tertsch sobre Luna Reyes, (personal de la Cruz Roja que abraza a un ser desesperado), y al mismo nivel las de la diputada de la CUP, Mireia Vehí y su «A los niños, el Gobierno español les responde con soldados”, o los delirios del “exiliado” Puigdemont sobre la soberanía necesaria para “dos ciudades africanas” herederas de “colonialismo español” (Carles, trata de leer algo en tu retiro). Frente a tales inmundicias me remito y siento orgulloso de las imágenes de la voluntaria mencionada, las del agente del GEAS rescatando un bebé, o el trato cariñoso de militares acompañando a chavalería apesadumbrada por su destino.

Si vamos con las interlocuciones más contradictorias, al señor Abascal le ha faltado tiempo para sacar pecho rancio y actitud beligerante, ignorante quizás de que ello traería consecuencias punitivas con el amigo yankee que tanto defiende y admira. Si el seguidismo de Casado al anterior es de colegial, también los sectores tradicionalmiente pro-saharauis, deberían asumir que esa línea de posicionamiento nos lleva igualmente al enfrentamiento con Rabat, hasta las derivaciones que pudieran concurrir.

Por último si la idea es eliminar fronteras, es hermoso y gratuito hablar de ello desde la comodidad de una posición segura, pero no quisiera creer que jugamos a la bondad humana sin asumir riesgos o repercusiones claras. En la misma senda, cuando uno se toma la molestia de viajar por todos los territorios y tratar de comprender lo conceptual y lo empírico, lo vivencial y lo ético, se denotan en algunos sectores de progresismo frágil, ciertas dudas frívolas respecto a la españolidad de Ceuta y Melilla (no digamos peñones e islotes o incluso Islas Canarias). No es de extrañar los resultados electorales de esas ciudades y comunidad autónoma si el nivel de análisis y conocimiento es de esa índole, siendo caladero fácil para el espectro conservador.

Por último, el statu quo con lo que en teoría es la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) me recuerda mucho a la situación, sentimientos y palabras del general Emilio Aguinaldo, tras luchar por la independencia junto a los norteamericanos en 1898: ”Después de Filipinas, yo amo a la madre patria España y algún día querría ir a ella. Los norteamericanos nos traicionaron”. Como nuestra larga historia en el continente africano, es poco conocido el “genocidio filipino” (en torno a un millón de muertos), que impuso el presidente William McKinley en una posterior guerra abierta y en la eliminación sistemática de cualquier rastro de cultura hispánica, empezando por el idioma. La faena tuvo un remake en 1945, con el controvertido bombardeo del Intramuros en Manila y su patrimonio histórico, aprovechando que había que expulsar a los japoneses. Afortunadamente las letras y los organismos como el Instituto Cervantes han paliado esa ignominia en los territorios de nuestro pasado común.