La farsa de los arrepentidos de la Gürtel me parece insultante. Tengo la sensación de asistir a algo robotizado, dirigido, en el que al tribunal y a los telespectadores del reality show de los mangazos se nos quiere convencer de que todo termina con Aznar y con ese señor.
Tengo la impresión —no digo que lo sea— de que la Gürtel la están convirtiendo en la revancha contra los contrarios a Génova, una especie de vendetta de familia. Si no, no se entenderían las acusaciones restringidas a Cascos y a Bárcenas y el punto y final con Aznar.
Aún así lo poco que destapan de la manta huele a podrido, a mangazo generalizado de las cuentas públicas, a choriceo programado para financiar no sólo el partido, también los bolsillos privados de políticos dedicados a lo suyo. Esta gentuza por no pagar, no pagaban ni los payasos de los cumpleaños y todo a costa del erario público.
Comprobar a estas alturas la podredumbre del PP madrileño, a la vez que se acusa a grandes constructoras de pagos de comisiones a cambio de autopistas, a la vez que vemos sentados en el banquillo a parte de la dirección de la CEOE, a la vez que, en otro juicio, vemos acusados a los directivos de Caja Madrid —Bankia— y todo ello lo cerramos con los miles de millones de euros que nos ha costado el rescate de todo el festín, es para preguntarse cómo es posible que ni un solo político de primera línea del PP no esté en el banquillo.
No sé por qué en estos momentos se me viene a la mente que los jueces que instruían la Gürtel y el caso Bankia fueron inhabilitados. Qué casualidad.