Los medios y los días

La fascinación por Vox

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08 dic 2019 / 07:41 h - Actualizado: 07 dic 2019 / 12:53 h.
"Los medios y los días"
  • La fascinación por Vox

Tengo relaciones con cantidad de gente que se siente atraída por Vox. Yo, rojo convencido y vencido, rojo a nivel personal e intransferible pero librepensador y científico por encima de mi rojerío, entiendo a esas personas porque si me dejara llevar por mis emociones y mis necesidades llamémoslas espirituales, votaría a Vox en lugar de ser abstencionista desde hace decenios. Pero como presumo de tener la formación que me han ofrecido magníficos profesores en las enseñanzas primaria y secundaria y he gozado de las lecciones de destacados magister en la universidad para después seguir pensando por mí mismo hasta hoy en día, me trago mis inclinaciones sentimentales y me quedo en mi casa por sistema, sea para quien sea mi abstención, eso me trae sin cuidado.

Mucha gente está harta de que en España se hagan las cosas fáciles y algunas se conviertan en astracanadas mientras que las difíciles siguen aparcadas no por años sino hasta por siglos. A Vox no lo quieren porque es machista, xenófobo, racista y homófobo, como a Trump o como a Putin. Como a Salvini en Italia. Ya está, a la hoguera. Sin embargo, ganan las elecciones o van en aumento sus votos o su influencia, lo dice hasta la Merkel cuando va a alabar a las víctimas judías, pero siempre se olvidan de los veinte millones de bolcheviques que murieron por derrotar al que gaseaba a los judíos. Esos no, esos eran comunistas y la guerra la ganaron los aliados, ¿verdad? Ay, luego dicen que los catalanes tergiversan la Historia.

Ese aumento de votos e influencia, ¿no les dice nada a los demócratas solidarios y feministas? Por cierto, ¿adónde fueron a parar los votos feministas del 8 de marzo si tanto PSOE como Podemos han dado el bajón en los últimos comicios? Ya hablaré otro día de las peleas internas que mantienen las formaciones feministas. Pobre mujer si espera que la defiendan de verdad.

Lo que a mí me ocurre es fatal para que me dejen vivir tranquilo con mis pensamientos y mi libertad de expresión: me atraen los heréticos destacados, creo que son, sobre todo, los que impulsan la Historia, para atrás o para delante, no solamente esas personas que viven en el nirvana eterno y en la comodidad que les ofrece un cerebro lleno de simplezas, arquetipos y tópicos. Me atraen los herejes desde siempre y, en nuestros días, el hereje moderno lo personificaba ese anuncio en TV que decía: “nueve de cada diez dentistas recomiendan Dientolol”, yo me pregunto quién será ése sujeto que se desmarca de la masa porque o es un ignorante o el más competente de los diez, esta sociedad cuantitativa donde todo el mundo hace gimnasia y aprende inglés me aburre sobremanera porque me recuerda la pintada parisina del 68: “Un millón de moscas no pueden equivocarse, coma mierda”.

De mi atrevimiento anterior se deriva mi curiosidad por Trump, mi admiración por Putin, mi sorpresa por un Salvini que se mantiene firme en su posición, firme en sus convicciones, hasta que llega el ejército progre-neoliberal y lo elimina. Y, en España, les confieso que los únicos políticos que requieren mi estudio y atención tanto ahora como en las últimas elecciones son Abascal, Smith y mi amor platónico, mi Cayetana Álvarez de Toledo que es mi Aldonza de la Mancha. La canción de los demás me la sé mejor que aquella María Isabel de Los Payos que se cantaba en mis tiempos, yo el primero.

¿Por qué comprendo a las personas que votan a Vox o que militan en este partido? Porque una cosa es el feminismo, la defensa del homosexual, del inmigrante –todo eso está en la constitución y en todas las declaraciones claves de derechos humanos- y otra el buenismo, la mitificación, la sacralización de estas personas o colectivos, algunos de los cuales poseen lobbies de intereses y presiones desde la Casa Blanca hasta la Moncloa pasando por Hollywood y los medios de comunicación, y llegan incluso a condenar y a agredir sin piedad a los ciudadanos de su propio entorno que discrepen poco a mucho de sus planeamientos. Esta dinámica ha creado una espiral del silencio que la gente da a conocer cuando vota, que eso sí puede hacerlo sin que se entere nadie.

Luego está el abuso al que ha llegado la doctrina liberal desde que cayó en Muro de Berlín y la URSS. Claro, como la izquierda se avergonzaba de aquello pero la derecha siempre tuvo en su retaguardia a su expresión más sólida y simple del pan para hoy y hambre para mañana –que eso es Vox- esta ideología no ha tenido más que salir de su escondrijo para avanzar.

Las tropelías del liberalismo –propias del hombre, lobo para el hombre- han contado con la complicidad de la socialdemocracia y por eso llegó Podemos y otros Podemos en otros países, que están siendo engullidos por lo que hay. Por tanto, sólo queda Vox –que ahora, paradojas del destino, no le interesa al liberalismo-, lo que está esperando la gente es alguien que sea coherente con lo que dice desde que se levanta hasta que se acuesta y está igualmente esperando que antes de decir algo en el supuesto beneficio del “pueblo” se compruebe si es posible llevarlo a la práctica, que se le diga a la gente esto se podría hacer y esto no porque no nos deja la UE o Trump o el FMI o Perico el de los Palotes, ¿creen ustedes que debemos plegarnos a ellos, sí o no? Vox aparece como la esperanza de millones de personas, pero lamento decirles que igual que han subido de sopetón bajarán de la misma manera, como Podemos. No sé cuándo pero así será, tal y como hoy se nos presenta una formación que ofrece cobijo en las tinieblas, pero en un castillo de papel.