Viéndolas venir

La felicidad del cate

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Álvaro Romero @aromerobernal1
05 abr 2022 / 07:45 h - Actualizado: 05 abr 2022 / 07:48 h.
"Viéndolas venir"
  • La felicidad del cate

Si un gobierno de derechas se hubiera sacado de la manga esta ley tan guay con la que ya no habrá límites de suspensos para saltar de piedra en piedra, diríamos que a ellos les da igual porque al fin y al cabo sus niños van a la privada. Pero resulta que no, y por eso, en vez de guay, resulta profundamente triste: porque a este paso, quienes hoy aplauden tanta libertad para desaprender aspirarán mañana a la privada, que estará limitada, como todo, a quienes la puedan pagar. A este lado de la valla, lo importante sigue siendo ser feliz. La excelencia es fascismo.

Es verdaderamente inquietante que buena parte del alumnado esté permanentemente dispuesta a hacer huelga por todo, aunque no sepa ni la causa. Basta que sople el aire de la desigualdad en cualquiera de sus acepciones para que el runrún de que no hay clases campe a sus anchas de aula en aula y, al día siguiente, aunque casi nadie sepa por qué exactamente, una mayoría se quede en casa, reivindicando ferozmente lo que sea entre las sábanas de franela. Es inquietante porque cuando hay una causa verdaderamente feroz en contra de la igualdad, pasa absolutamente desapercibida. Y quienes contribuyen a ello no son directamente los niños –inocentes-, sino quienes ya han dejado de serlo y se rasgan las vestiduras desde todas esas instituciones que velan por los derechos a la educación universal pero mirando siempre de reojo de qué color es el que gobierna. Depende, todo depende, que cantaba Jarabe de Palo. Viejo mundo, que cantaba Camarón.

Todas estas facilidades para pasar de curso pase lo que pase, se haga lo que se haga, se estudie lo que se estudie y se aprenda lo que se aprenda van a ser dificultades en el competitivo mundo laboral que viene a continuación. El papelito, que ya valía poco, se devaluará ahora con más ahínco por esa ley de la oferta y la demanda que a los críos de las familias más desfavorecidas sigue sin explicárseles porque la unidad didáctica procedente es siempre la de la felicidad. El mercado laboral no se rige por papelitos, máxime si estos se democratizan del modo más soez: por la cara.

De modo que, al margen de las leyes que vayan surgiendo, alguien tendrá que explicarles con el corazón a los pobres que catear porque una asignatura no se entienda tiene remedio, pero que catear porque el enemigo te pone puente de plata empieza a ser irremediable si, encima, quienes catean no solo se dedican a aplaudir, sino a legislar. Eso es lo que se llama, en política, hacerle el trabajo sucio al adversario.