Viéndolas venir

La flojera de los maestros

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Álvaro Romero @aromerobernal1
30 jul 2020 / 17:54 h - Actualizado: 30 jul 2020 / 17:56 h.
"Viéndolas venir"
  • La flojera de los maestros

Flojos hay en todas las profesiones. Entre los maestros, también. Pero no conozco a ninguno de entre los que advierten de la falta de seguridad para comenzar el curso cuyo objetivo sea no ir a trabajar, entre otras cosas porque teletrabajar, para un docente, es trabajar el triple, como han comprobado no solo ellos, sino los alumnos que han tenido que la suerte de aprender de uno de estos profesores que le han personalizado tanto el tercer trimestre.

Lo que buscan los profesores, fundamentalmente, es advertir del peligro que supone encerrarse diariamente y durante tantas horas con tantos alumnos en un aula, habida cuenta de que el coronavirus se puede estar frotando las patitas. El distanciamiento cuesta dinero, pero los profesores no están pidiéndolo para ellos, que no se nos olvide.

Quienes acusan de aprovechados a unos profesionales que lo han dado todo -lo que tenían en casa y en su imaginación- durante el confinamiento o son resentidos o son ignorantes, y en cambio de lo que deberían preocuparse es de si son ellos los responsables que mandarán a sus hijos a clase como conejillos de indias, jaleados por determinados políticos que siempre tienen claro que los padres suman más votos que los maestros.

La crisis, el virus y la malaleche no solo son males biológicos, sino que se expanden como la peste en la cosmovisión social de quienes han aprendido, azuzados desde las élites administrativas, a no valorar la figura de quien enseña prestigiando sus criterios, sino a zaherirlo con sibilinas consignas que terminan retratándolo como un privilegiado al que hay que moverle la silla constantemente, con faltas de respeto que van más allá de las que sufren en clase como parte consustancial de su trabajo. Ahora que no solo pretenden enseñar, sino también advertir con la misma educación que deberían recibir como apoyo desde los hogares, se ven injustamente señalados como proscritos, tal vez como chivos expiatorios frente a toda la falta de competencia de quienes están acostumbrados a no hacer nunca los deberes y cobrar lo mismo.