Los medios y los días

La Generación Débil

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15 sep 2020 / 04:00 h - Actualizado: 15 sep 2020 / 04:00 h.
"Los medios y los días"
  • Foto: EFE
    Foto: EFE

Ha ocurrido de nuevo en Sevilla, como puede ocurrir y ocurre en otros lugares: “desarticulados” quinientos niñatos por allá, trescientos por acullá y otro montón en una fiesta clandestina de las que se saben porque, haberlas, hay más por lo que me cuentan unos y otros de esos jóvenes a los que les asquean sus congéneres y el mundo en el que viven, en general. Pero la culpa no la tienen ellos, los bebedores, sino la mala interpretación de lo que es una democracia. Y los padres.

Se habla de la Generación de Cristal que es, además, una Generación Débil porque su rebeldía es inmovilista y carca, siempre dentro de su zona de confort, y sus miembros deben demostrarse a sí mismos que valen no por lo que sea cada uno sino bebiendo y formando rebaños como los Ñu. Nada nuevo, desde luego, yo lo hacía, pero como algo secundario a un proyecto de miras más alto que me tuve que currar porque nadie me decía quién era Antonio Machado o Blas Infante o Carlos Max o la Teología de la Liberación o la diferencia entre liberalismo y conservadurismo o socialismo y comunismo ni qué era el fascismo porque lo estaba viviendo y luego la transición conducida por el fascismo sin bigote. Cualquier tiempo pasado no fue mejor, el mío, en blanco y negro, era peor y falso, éste es mejor y verdadero pero hay quien lo aprovecha para aprovecharse de que nadie, en la niñez y la juventud primera, exige esfuerzos especiales de autovaloración y se llena ese vacío con alcohol y pantallas.

Esta chiquillada con cuerpo de adulto y mente infantil, ¿cómo va a tener el hígado y la mente dentro de diez o veinte años? Hace ya mucho tiempo, hablando de las botellonas con un colega de la universidad, me dijo con su mente práctica: “Por mí que sigan con su alcohol, dentro de un tiempo estarán enfermos, menos competencia laboral para mis hijos y mis nietos”. Me identifico con él, yo no debería estar molestándome., una vez más, en escribir sobre esos obstáculos al desarrollo mental y espiritual de mi sociedad, va a parecer que este diario la tiene tomada con la juventud pero es justamente al revés: se trata de mostrar preocupación e indignación, preguntarse en manos de quiénes vamos a estar y al mismo tiempo defender a los miles de jóvenes que se toman en serio lo que es muy serio y no por eso dejan de divertirse y de prestarle caso a lo que sus hormonas les ordenan que hagan. No debería perder más el tiempo con los niños de papá de las movidas sino emplearlo en formar más y mejor a los que, en efecto, son los mejores que bien que lo necesitan.

Los que ahora están intentando aprobar esa puesta en escena que es la selectividad son los que no fueron capaces de sumarse a la masa de aprobados de junio que, tal y como preconicé entonces, superó el 90 por ciento. Puede que algunos estuvieran en esos actos insolidarios con su propia especie llamados botellonas, puede que otros ya hayan superado un examen que permite entrar en la universidad a miles de jóvenes que pasan de la propia universidad y la degradan porque hasta en el mismo confinamiento se han dedicado a las pantallas y no precisamente para prepararse las asignaturas de junio.

Es un problema grave el que tenemos, lo he dicho y lo repetiré donde sea, pero miramos para otro lado, se nos puede aplicar la viñeta de Forges en la que un médico, al que el genial periodista llamaba “Dr. Pons, padiatra”, le estaba diciendo a un niño en su consulta con los padres delante: “Mi diagnóstico es que tus padres son tontolhabas”. Añadan el contexto de una democracia posmoderna y comprenderán las causas de la existencia de la Generación Débil en un mundo líquido.