Mi padre fue el menor de siete hermanos: Francisco, Antonio, Manolo, Carmen, Rosario, Rafael y José. El mayor fue Francisco, al que llamábamos en la familia el Chacho Frasquito. Era muy niño cuando rebuscando en la caja de las fotos de la familia en casa de mis tres tíos solteros (Rosario, Antonio y Manolo), en la calle San Eutropio de Arahal, cerca del Ruedo, mi tía Rosario me dijo que murió accidentalmente en el inicio de la Guerra Civil de 1936, del golpe de Estado contra la Segunda República. Me contó que cuando estalló la contienda, estaba en un bar del pueblo y que el dueño lo echó a la calle para evitar problemas. Al intentar entrar en otro bar para esconderse, cruzó la calle y una bala perdida le abrió un boquete en el vientre. Mi abuela Dolores salió a buscarlo y se lo encontró sentado en una de las aceras de la calle con su propia camisa taponando el agujero, aunque ya sin vida. Esta es la versión familiar. Recuerdo que raro era el día que no buscaba su fotografía para verlo y siempre lo he llevado en mi corazón.
Hace poco tiempo descubrí que no murió accidentalmente, como me dijeron, sino que fue fusilado el 22 de julio de 1936 en Arahal, con 26 años. Había nacido cuatro días después que Antonio Mairena, el 9 de septiembre de 1909, llevaba un mes casado y era jornalero del campo. Consta como “represaliado del franquismo”, que todavía no existía. Si era trabajador del campo, seguramente pertenecería a algún sindicato y habría participado en las revueltas previas a la entrada de los nacionales en el pueblo, arrasando con todo y matando no solo a los protagonistas de las revueltas sino a gente inocente, de manera indiscriminada. ¿Seguro que murió fusilado y no como me dijeron mis tíos y mi madre, de manera accidental? Jamás vi su tumba en el viejo cementerio local, así que probablemente acabó en una fosa común como otros cientos de represaliados.
En la web Todos los nombres, consta que no tuvo “actividad guerrillera” alguna, solo que fue “asesinado” o “fusilado”, aunque no hay información en el “expediente de responsabilidades políticas”. Tampoco la hay sobre si sufrió “vejaciones” o “humillaciones públicas”. Cualquiera sabe lo que sufrió el Chacho Frasquito, al parecer, un jornalero fuerte y valiente, lleno de vida, que acabó como acabó seguramente sin pretender ser un héroe del pueblo. Para mí lo fue, por el hecho de que hubiera muerto como murió, según mis tíos, con la barriga llena de plomo. Miraba su deteriorada fotografía sepia y me sentía orgulloso de él, del hermano mayor de mi padre, Frasquito el Sereno, de los Bohórquez de la calle Dorado.
Lo hubiera conocido de no haber sido fusilado, como a cuatro de sus hermanos. Haber descubierto que tuvo la muerte que tuvo, con 26 años, me pone muy triste, sobre todo porque me temo que sirvió de poco.
Hace 84 años de aquello y parece que no ha pasado el tiempo por esta España con el odio incrustado en las tripas.