La Tostá

La herencia de Julio Anguita

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
18 may 2020 / 08:14 h - Actualizado: 18 may 2020 / 08:17 h.
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  • La herencia de Julio Anguita

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Tendría que haber escrito ayer de Julio Anguita, pero ahora no publico los domingos. Me ha dado tiempo, pues, de reflexionar sobre el hecho de que se haya ido un político y pensador tan importante en mi vida. Como jamás he tenido reparos en decir a quiénes voto, siempre voté a este político por dos razones: porque votaba al Partido Comunista de España desde las primeras elecciones democráticas, y porque él me cautivó desde el primer día que le oí hablar de política. Fue en el Caballo Rojo, el famoso restaurante de Córdoba, en 1983. Estaba como periodista invitado en el Concurso Nacional de Flamenco de esta ciudad y tuvimos un almuerzo con el entonces alcalde califal. Aquel hombre ya me pareció un extraterrestre, alguien que hablaba como un poeta y miraba como un azor. El flamenco ni le iba ni le venía, pero lo apoyaba, decía que era el alma del pueblo andaluz y que había que considerarlo como un valioso patrimonio cultural. Pero me interesaba más lo que decía sobre la política y los políticos, en un momento complicado pero de grandes cambios y avances en la sociedad española, que sobre el flamenco, que muy flamenco no era. Izquierda Unida, con él al frente, significó algo más que una coalición de izquierdas: era el sueño de la izquierda española, y Anguita dio visibilidad a unas personas que, algo desengañadas con el PCE, se ilusionaron con el futuro, obteniendo 21 diputados en 1996. Mientras, la otra izquierda, el Partido Socialista, gobernando desde 1982, se hundía por la corrupción, que el Califa Rojo combatió siempre como un auténtico guerrero. Curiosamente, le costó la dirección y luego ya sabemos, su lesión cardiaca, el retiro y el desastre de Frutos y Llamazares, con solo 2 diputados en 2008. Y hoy, Alberto Garzón, que no le importó ir de comparsa con Pablo Iglesias si eso le llevaba a ser, al menos, ministro, enterrando definitivamente la coalición y una manera de ser de izquierdas. Podría decir que es la herencia de Julio Anguita, pero no sería justo porque el legado del maestro es otro, una manera muy personal de entender la política como servicio a los ciudadanos y desde la honradez más absoluta. Se ha ido y nos ha dejado lo que nos ha dejado, una izquierda envenenada y permanentemente enfrentada a la derecha desde el radicalismo y no desde las ideas. Jamás olvidaré a Julio Anguita, un gran político de izquierdas al que España quería, pero que no votaba. Nunca le dieron la oportunidad de gobernar.