Los medios y los días

La hora de los negacionistas

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06 feb 2021 / 04:00 h - Actualizado: 06 feb 2021 / 04:00 h.
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  • Foto: E.P.
    Foto: E.P.

¿Cuántos negacionistas hay en Cataluña? Porque les ha llegado la hora de demostrar empíricamente su certeza de que no hay virus ni por tanto son necesarias las mascarillas, así, de camino, hacen patria. Y, si es menester, que vayan también negacionistas de otras partes de España -o de Estepaís, como se prefiera-, se les identifica y, ¡hala!, a pelo, en las mesas electorales, a ejercer la democracia en primera línea de batalla, que eso para ellos es pan comido. “Fulano de tal, votó”, “Menganita de cual, votó”. Ya está, solucionado el asunto de las elecciones catalanas. Entre los que no han alegado nada para no ir a los colegios electorales, entre los observadores de los partidos políticos y con el refuerzo de los negacionistas, la fiesta democrática está servida, Salvador Illa podrá salir bajo palio escoltado por Tezanos y un grupo de forofos sociatas.

A las 7 de la mañana del Día de los Enamorados del Negacionismo quiero ver a los negacionistas en el colegio electoral y ya hasta las 21 o 22 horas. Como para ellos no hay virus ni leches, nos ahorramos los trajes protectores. Luego, si enferman, como seguramente se tratará de un simple resfriado, que se lo curen en casa, nada de ocupar camas de hospitales, supongo que ellos mismos se negarán a que los ingresen porque todo es mentira o asunto de Bill Gates que nos quiere vender un cacharro y grabarnos un chip aunque sea contra nuestra voluntad mientras impone del todo el gobierno mundial terrícola.

Cuando estudiaba un doctorado en Antropología Cultural, los profesores nos hablaban de las señas de identidad que necesitaban lucir los grupos humanos. Era interesante y entretenido. Por ejemplo, analizábamos el caso de los sanitarios que se iban a tomar café por la mañana a los alrededores de los hospitales con las batas blancas puestas y algunos médicos hasta con el fonendo. Era una forma de distinguirse de los demás mortales, a pesar de que sacar a la calle una bata sanitaria puede entrañar un riesgo de “contaminación” -también existe en el centro hospitalario pero es parte del trabajo-, en la vía pública es una especie de temeridad arriesgarse y sin embargo pensábamos que era más relevante para esas personas mostrar su seña de identidad.

La publicidad intenta vender sus productos a menudo basándose en la autoridad de las señas de identidad de una bata blanca o de un atuendo negro de juez, son profesiones respetadas y admiradas por la gente, temidas en el caso del juez pero envidiadas por el poder del que está investido una señoría.

La Era del Vació actual se caracteriza por el narcisismo, por la búsqueda de identidad en individuos y grupos y su exhibición pública. Es un tiempo de confusión en el que la gente -en multitud de grupos y grupúsculos- busca una idea y un símbolo con el que identificarse, los gays con una bandera, los terraplanistas con sus idioteces y los negacionistas de esto o de lo otro con eso, con negar la evidencia. A un terraplanista lo sube un astronauta en un cohete y le muestra la Tierra desde lo alto y no por eso va a cambiar de opinión porque la prueba empírica es lo de menos para él, lo decisivo para su mente es fijar a su alma una creencia que lo haga diferente a los demás. No está actuando la razón sino la necesidad que posee un vacío psicológico. Los negacionistas de la pandemia –sobre todo los más radicales- necesitan su convencimiento de que no existe para darle sentido a sus vidas, ahora ha llegado el momento de demostrarnos a todos que están en lo cierto, se apuntarían un gran tanto si cubren los colegios electorales de Cataluña todo el día y a pelo y no se contagian. Así que, adelante. Pero, ¿mira que si lo hacen y, en efecto, no se contagia ninguno? Puede que exclamáramos aquello que Bécquer apuntaba en alguna de sus leyendas: “Aquí hay busilis”.