La huelga política

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26 mar 2022 / 10:30 h - Actualizado: 26 mar 2022 / 10:31 h.
"Tribuna"
  • Juan Manuel Serrano Arce - Europa Press
    Juan Manuel Serrano Arce - Europa Press

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El presente artículo va a provocar rechazo en algunas personas, pero la verdad es lo primero que se debe a la sociedad en la que se convive y viene avalado por más de cuarenta artículos publicados ya en este mismo periódico. Cuando se cumplen cincuenta años de la brutal huelga del transporte en Chile, que abrió el camino al golpe de Estado de Pinochet, nada puede resultar más revulsivo que el hedor de una huelga política en España. Huelga partidista, queríamos decir, porque político es todo. A favor de unos o en contra de otros o ambas cosas, la huelga pierde su naturaleza reivindicativa para quedarse en presión a una parte aunque siga manteniendo algo de su carácter de protesta ante una situación injusta. Pero una situación injusta no se combate ni menos se resuelve con otra igual de injusta o más. Reclamar que un político pida disculpas por unas palabras que, desafortunadas o no, pueden dar o quitar razones, pero no son el fondo de la cuestión. El fondo de la cuestión, en este caso, es que con la brutal y abusiva subida de los carburantes, en concreto del gas-oil, como está ocurriendo en mayor medida con la electricidad, por eso es materia para otro artículo, el transporte ha dejado de ser rentable. Pero si una parte de los transportistas han aceptado un acuerdo, será porque algún margen les queda. Se comprende que el margen sea mínimo y es humano y justo reclamar más, pero también hay formas de reclamar.

Los niños necesitan potitos, y leche, y pañales; y los enfermos medicinas, y las familias, comida. Si hasta en las guerras salvajes e irracionales como la mantenida en estos días en Europa y las que llevan años en África y Asia, se abren “pasillos humanitarios” para permitir escapar a la sociedad civil, si hasta la agresiva y destructiva Rusia se enciende el farol de repartir ayuda humanitaria a la población civil ucraniana ¿Por qué no pueden los transportistas disponer un servicio de urgencia, que cuando menos paliaría en parte los efectos negativos de la huelga en el pueblo, en sus iguales? Porque una huelga total, como la que pretenden algunos huelguistas, deja de ser contra la estructura, o cuando menos disminuye la fuerza contra la estructura para hacer ganar fuerza contra la población, que no es responsable de la desmedida subida de carburantes ni de la guerra que, al parecer, la ha provocado.

Mantener la huelga “hasta que la Ministra pida disculpas” es un móvil político, ya no es contra la falta de beneficio económico Al menos, no solamente. Y se puede convertir en problema humanitario. Los transportistas opuestos a volver al trabajo están perdiendo su particular guerra, porque están perdiendo la razón que es quien da la verdadera fuerza, se harán responsables del desabastecimiento mientras ahora, que aunque poco les han dado al menos un respiro (como a todos, ya sabemos que es mal de muchos, pero debería buscarse el mayor equilibrio posible), tienen la ocasión de mostrar su buena voluntad y humanitarismo. Es bueno reiterar: se comprenden y se comparten las razones esenciales de los transportistas, pero ya, aunque la solución no pueda ser definitiva, no se puede hablar de trabajar a beneficio cero, eso sería negativo e inhumano para quien lo sufra. Pero hay otras formas de presionar y mientras demostrar la voluntad de impedir el vaciado de los supermercados. La razón les asistiría con más fuerza y tendrían derecho a reclamar también con más fuerza la solidaridad de la población. Pero la solidaridad, no se olvide, exige reciprocidad. Pero no se puede pedir el primer paso a quien está cerca ya de pasar hambre, sino a quien tiene en sus manos la solución.