La detención de tres adolescentes que juegan en la cantera masculina del Real Madrid, acusados de difundir por WhatsApp a otros compañeros del equipo y a otras amistades un video con las relaciones sexuales de uno de ellos con una adolescente de 16 años, abunda en una lamentable tendencia al alza: la pérdida de conciencia sobre el sentido de la privacidad y de la intimidad en la vida de cualquier persona. Fundamentos esenciales para el desarrollo y equilibrio de la personalidad, tanto en su vertiente individual como en la interacción con cualquier otra persona junto a la que se comparten vivencias o confidencias, propias o ajenas.
La única vertiente positiva de este dislate sociológico es que, en los casos más graves, tipificados como delitos, facilita a las fuerzas policiales la detección y detención de quienes los perpetran. Por ejemplo, conductores temerarios que han difundido videos grabándose mientras circulan en sentido contrario por las carreteras a 200 kilómetros por hora. O las ‘manadas’ varoniles que salen de marcha y consideran un triunfo forzar en pandilla a una joven para abusar de ella sexualmente, como el reciente caso de seis jóvenes detenidos (cinco franceses y uno suizo) por violar a una británica en Magalluf (Mallorca) y grabarlo con un teléfono móvil.
Las vicisitudes peculiares de los sucesos extremos no deben despistarnos sobre la necesidad de una reflexión colectiva acerca de la pandémica confusión que se percibe, en situaciones cotidianas y en circunstancias apacibles, sobre la difusión pública de comentarios, fotos o vídeos que son claramente materia de privacidad y no de escaparate. Ya sean chorradas, desahogos o asuntos vidriosos que causan impactos insospechados cuando se ventilan en las redes sociales, y lo que parecía de poca monta se convierte en un efecto bola de nieve cuesta abajo al albur del aluvión de percepciones irreflexivas que desconocen de la misa la media.
Aumenta el número de ciudadanos, tanto adultos como chavales, que ha olvidado o no ha adquirido el principio básico del entendimiento sobre lo que es íntimo e intransferible respecto a lo que también forma parte del fuero interno y sí puede y debe comunicarse al prójimo. Pero sabiendo cómo, cuándo y dónde. Porque muchos tampoco se dan cuenta de que las redes sociales tienen sentido para algunos usos donde son una aportación conveniente pero no son el ámbito adecuado para lo que es tema de conversación entre un grupo de personas cara a cara, que dialogan entendiendo todos el contexto sobre lo que se habla y sobre el punto de vista de cada cual, sin estar sometidos a la intromisión en directo de lo que dicen y lo que escuchan.
Tamaña necesidad de buscar la autoestima mediante la transgresión de la privacidad denota múltiples tipos de carencias emocionales. Los profesionales de la psicología no van a dar abasto para reconducir esta contagiosa inercia.