La luz de la esperanza

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06 nov 2022 / 10:48 h - Actualizado: 06 nov 2022 / 10:51 h.
  • La luz de la esperanza

La grandeza de un país está en la manera en cómo sus pobladores pueden construir juntos un proyecto basado en el dialogo y en la capacidad de entendimiento. Esto hace que el desarrollo económico y social pueda ser una realidad, si no conversamos y no nos escuchamos no será posible avanzar.

A lo anterior hay que añadir que la globalización ha facilitado que las personas veamos que el concepto de país se está transformando. Para una gran infinidad de seres humanos las fronteras no existen, lo cual hace que se den movimientos migratorios originados por diversas causas.

Hoy, habría que hablar de bloques de influencia y de cómo éstos quieren controlar espacios geográficos que aseguren una determinada manera de entender la política. Lo cual nos está llevando a un arrinconamiento de los valores democráticos por los que, por ejemplo, en Europa llevamos décadas trabajando. El resultado está siendo el resurgimiento de una polarización de la sociedad. Pero el problema no está en la población sino en los políticos y, claro, no en todos. Los hay que creen en la democracia; pero los hay, también, que solamente creen en ellos mismos y en sus particulares visiones del ejercicio del poder una vez que son elegidos democráticamente. Éstos caen ante los cantos de sirena de los verdaderos dueños de los bloques. Y luego están los medios de comunicación que con un fervor inexplicable los apoyan.

La democracia siempre ha supuesto una luz de esperanza para que las personas, desde la libertad, podamos construir sociedades dialogantes.

Si miramos a dos países con los que la península ibérica debería tener lazos especiales, como son Colombia y Brasil, nos percatamos que en las recientes elecciones a presidentes de las respectivas Repúblicas el porcentaje por el que han salido los candidatos ganadores tiene muy poca diferencia con el candidato no elegido.

En Colombia el porcentaje fue 50,44% de los votos para Gustavo Petro frente al 47,03% para Rodolfo Hernández, la diferencia es de 3,41 puntos. En el caso de Brasil, todavía, ha sido más ajustado 50,9% para Lula y el 49,1% para Bolsonaro, lo cual supone 1,8 puntos de distancia. Entre los dos países suman unos 265.000.000 de habitantes. En la Unión Europea sumamos 447 millones.

En los dos países de Iberoamericanos los presidentes considerados de izquierda se han sumado a otros ya existentes, se podría decir que, de la misma tendencia ideológica, en varios países de este continente. En Europa, por la propia configuración de la Unión Europea, el reparto ideológico es más variado. Sin embargo, en ambos lados del Atlántico aparece una polarización ideológica fomentada por políticos que arrastran a la población a un camino muy complicado en donde las consecuencias son difíciles de prever.

Habrá que seguir con atención la evolución de los gobiernos de Colombia y de Brasil. Lo ideal es que ambos presidentes tengan conciencia de que tienen que gobernar para todos los ciudadanos. Por esta razón harían bien con establecer políticas de consenso y de distensión ideológica, potenciando los valores democráticos, porque gracias a ellos han sido elegidos. Sí, conviene seguir su manera de proceder porque esto nos podrá dar luz y con luz la esperanza de construir sociedades dialogantes y bien asentadas en los principios de sociedades democráticas.

No estaría de más que España intentara establecer canales fluidos de comunicación con estos países para recomenzar unas relaciones basadas en el dialogo con el fin de construir relaciones económicas y sociales solidas. La polarización ideológica que se ha instalado en este continente ha roto, en muchas ocasiones, acuerdos económicos y comerciales. El resultado está siendo una pérdida de confianza que hace daño a todas las partes. Esto es lo que persiguen quienes son dueños de los bloques que se quieren hacer con el máximo control de las sociedades.

Ha llegado el momento de comenzar a romper los bloques ideológicos que quieren dominar el mundo. Por esta razón necesitamos personas que se dediquen a la política con solidos principios democráticos y sin mochilas ideológicas que tanto daño producen en las personas que configuramos un país determinado.

Políticos que no se insulten y que busquen el consenso, y que crean verdaderamente en los fundamentos que configuran los estados democráticos no para destruirlos sino para afianzarlos.

Precisamos la luz de la esperanza y la luz únicamente será posible si el dialogo es el eje fundamental de quienes creen en la democracia.

Observando a nuestra realidad social produce un gran temblor el ver lo que algunos políticos dicen con respecto a nuestra democracia y consecuentemente con referencia a España. La polarización ideológica es su objetivo, están cómodos en esta posición. No se fomenta la libertad sino el clientelismo ideológico.

No estamos tan lejos de lo que está sucediendo en Iberoamérica desde el punto de vista político, por esta razón insisto en observar la evolución de países como Chile, Colombia, Brasil, Perú, Argentina, Bolivia, Venezuela, Honduras y Nicaragua. Mirar a Colombia y a Brasil es muy importante y por este motivo restablecer una comunicación basada en principios democráticos es necesario.

Colombia y Brasil son dos países pueden ser luz si no caen en el extremismo ideológico. Sus presidentes, sin duda, son conscientes que han llegado a la presidencia con un margen de diferencia mínimo. Tienen la oportunidad de demostrar a los bloques ideológicos que intentan dominar el mundo que poseen independencia y autonomía y que gobernarán para la totalidad de sus poblaciones. Desde esta perspectiva es que España tiene una nueva oportunidad de relacionarse con ellos.

La luz de la esperanza existe siempre que nos alejemos de los extremismos ideológicos. Lo que peor le puede pasar a un gobernante es creerse que es el único que tiene la verdad y la barita mágica de convertirnos en reos de sus pretensiones ideológicas. Esto es la prueba del nueve para concluir que este perfil se está alejando de los valores democráticos.

Los ciudadanos emitimos nuestros votos con la convicción de que los representantes que elegimos tengan decencia democrática y trabajen para que nuestras sociedades tengan paz y progreso y nunca polarización.

Entristece ver lo que los políticos hacen con nuestros votos y lo que dicen sobre quienes aportan progreso, riqueza social y económica. Quienes configuran el tejido empresarial no son enemigos, son aliados para que podamos construir sociedades democráticas. No hay que olvidar que la independencia económica de las personas nos dota de autonomía y de libertad. Lo contrario es la cultura de la subvención y de los subsidios, esto es el clientelismo generando dependencia.

Hay que buscar la dignificación de las personas y nunca la sumisión. Dignificar es potenciar una sociedad en donde todos puedan contar con un puesto de trabajo y para esto, es necesaria la alianza con el tejido empresarial. Si solamente creamos funcionarios, con el pasar del tiempo con qué pagaremos sus salarios si no tenemos emprendedores que quieran hacerse empresarios. El pan para hoy no puede convertirse en hambre para mañana.

La luz de la esperanza está en lograr el entendimiento y nunca en romper los puentes que nos ayudan a progresar.

La luz de la esperanza se da porque la democracia se afianza huyendo del objetivo de su destrucción.

Que nuestros votos logren ser luz de esperanza buscando siempre a políticos que fomenten la concordia y el entendimiento alejándonos de postulados ideológicos que fracturan la sociedad generando rencor.

Estos tres objetivos son los que hacen grande al mundo, aquí está nuestra grandeza.