Suelen advertirnos los entendidos en política internacional que en ningún país como España se falta el respeto a los símbolos del Estado sin que pase nada. Es posible que así sea, aunque yo no he hecho la comparativa, país por país... Ahora bien, no suelo oír el análisis de que en ningún país como España se demuestra tanto el orgullo, la casta, la patria, la bandera y el escudo no en la responsabilidad de unos políticos a los que les falta tiempo para cumplir sus deberes en cuanto tienen el encargo del pueblo, sino en el esfuerzo de unos deportistas que, con recompensa económica o sin ella, sin dejan literalmente la piel por defender esos colores que suponen el mismo símbolo conjunto de la patria, el escudo y la bandera, es decir, que nos representan a todos como pueblo, como estado. Y es curioso que un país con una tradición deportista endeble sea hoy un referente no solo del deporte internacional, sino del amor a la patria a través del deporte.
Faltan en política líderes que entusiasmen con el mismo nivel de intensidad que lo hacen Rafa Nadal o la Selección Nacional de Baloncesto, que ayer no solo dio una lección magistral de coraje con mil connotaciones históricas en la final contra Argentina, sino que hizo más por la integración del orgullo nacional de lo que aspiraría a hacerlo cualquiera de nuestros monarcas en sus discursos de fin de año.
A nadie en España le pesa gritar “¡Viva España!” cuando se trata de animar a su selección deportiva, pero a la mayoría nos cuesta hacerlo en otras circunstancias en las que no hay juego de por medio. Menos mal que la vida es pura metáfora.
El pueblo puede ser llano, pero no tonto, y valora inmediatamente cuando el interés de unos líderes, deportistas o políticos, estriba en lo puramente personal o grupal (partidista) o en cambio trasciende hacia lo colectivo como nación, y esto último, hoy por hoy, solo lo encuentra el pueblo en muchos deportistas a los que ni siquiera la nación ha tratado como merecen, porque al margen del fútbol, con razón a ningún deporte lo califican las televisiones de rey.
En un relato del gran Juan Rulfo alguien intenta convencer a unos pueblerinos de que la madre del Gobierno es la Patria. Pero la gente se ríe y asegura que el Gobierno no tiene madre.
Insisto en que en la vida todo es metáfora. Y en el deporte. Y en la política sin espíritu deportivo.