Desde que en 1998 Hugo Chávez ganó por primera vez unas elecciones en Venezuela, en América Latina no han dejado de nacer y crecer rojos. No sé dónde vamos a llegar. Se han inventado los segmentos dominantes de siempre -los que nos sustituyeron cuando nos echaron de allí-, eso de los golpes de estado democráticos o parlamentarios, pero ni aun así pueden detener la afición que les ha entrado por el cuerpo a los votantes de llevar al poder a rojos de mayor o menor intensidad.
La UE no para de denunciar esta anormalidad y hasta le riñe a Borrell porque cree que es demasiado blando con las que considera dictaduras en aquella parte del mundo (de otras respaldadas por otros países de la propia UE parece no preocuparse tanto). El negro diploma de dictadura se le otorga a todo país que no hace lo que nosotros queremos que haga: votar a los de nuestra cuerda. Cuando no se actúa así, la maquinaria totalitaria occidental se pone en marcha y empieza el bombardeo mediático de discurso único, una propaganda desmedida que nos indica cómo tenemos que pensar y quiénes son los buenos y los malos, mientras que el brazo político del régimen democrático occidental se encarga de ordenar bloqueos y sanciones de todo tipo y de paso se queda con el oro venezolano como está haciendo Inglaterra por el momento para que luego todos los voceros de EEUU afirmen que el régimen venezolano está asfixiando a sus ciudadanos; sí, desde luego, pero los ingleses tiran de la cuerda atada al cuello por las incapacidades chavistas reteniendo toneladas de oro que Venezuela colocó en bancos ingleses, con las que a lo mejor podría hacer algo por sus habitantes más menesterosos. A esto se añaden los bloqueos en otros productos y sumando las corruptelas chavistas ya tenemos a un pueblo empobrecido: entre unos y otros lo van matando y él solito la está palmando.
Rojos mandando en Cuba, en Venezuela, Nicaragua, Argentina, Ecuador, Bolivia, Honduras, Chile, Perú, México..., yo qué sé, están por todos partes, con lo bueno que es el capitalismo, ¿qué les está ocurriendo a nuestros hermanos de cultura que ya de paso aprovechan para echarle también la culpa de todo a la madre patria? Claro, es que nosotros nos fuimos de allí, nos echaron, pero no nos fuimos, allí se quedó la España más oscura, la Castilla miserable, ayer dominadora que, envuelta en sus harapos, despreciaba cuanto ignoraba, como escribió Antonio Machado.
Los rojos gobiernan pero no mandan. América Latina está llena de estados fallidos como México que tiene un presidente muy locuaz que sigue sin atreverse a fondo con el estado paralelo que gobierna el país de facto y que, por cierto, crea tantos puestos de trabajo que hasta los ciudadanos les componen corridos ensalzando a sus impulsores. Se trata del narco que produce su mercancía en México, a veces a la vista de todo el que desee o pueda verlo, mientras que la vende y se consume sobre todo en su vecino del norte. Ya saben ustedes el dicho: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”.
La gente allí en Latinoamérica es que tiene ganas de bronca y se lía a votar rojos, los votantes nunca están contentos y sin embargo es más probable que las ranas críen pelo antes de que América Latina sea un continente moderno. Es mucho el peso de no haber pasado ni por el Renacimiento ni por la Ilustración, a su madre patria le ocurrió algo similar y se lo ha pegado a sus hijos, lo que ocurre es que España progresa a pesar de todo porque está en otra zona geopolítica y estratégica y le llegan vientos interesados en que sea modernilla, de lo contrario puede que estuviera en manos de Franco aunque el caudillo llamado generalísimo se hubiera marchado al otro mundo. ¡Qué más quisiera yo que aquella Unión Ibérica -unión de Portugal y España- y el panamericanismo, ambos nacidos en el siglo XIX, hubieran salido adelante y ahora fuéramos una potencia de primer orden!