La Junta de Andalucía tomó el lunes la decisión más adecuada para prevenir brotes de coronavirus y que no ocurra como en Cataluña: obligar a llevar mascarillas; y lo hace castigando al que no la porte de la mejor manera posible: multando al infractor.
Pese a tener que pagar 100 euros por no llevar bien la mascarilla, hoy, en el primer día de obligatoriedad, por las calles de Sevilla se han visto a muchas personas que no la llevaban puesta.
Algunos la portaban en el codo, otros se la bajaban a la altura de la barbilla para hablar por el móvil o echar un cigarro y otros, directamente, pasaban de llevarla.
Cuando se habla de gente que no lleva la mascarilla siempre se piensa en los mismos: los jóvenes. Se les suele echar la culpa de casi todo, y muchas veces con razón. En este caso, la mayoría de las personas que no la llevaban estaban más cerca de poder acogerse a los viajes del Imserso que a un Erasmus.
En los parques, la relajación es aún mayor. Grupos de padres, madres o cuidadores sin mascarilla, formando reuniones mientras los niños, de edades diversas, juegan sin llevarla puesta.
Vemos los datos de Cataluña y otras regiones y nos echamos las manos a la cabeza pensando en cuándo nos tocará confinarnos de nuevo. La primera vez que nos confinaron fue por culpa de la mala gestión del Gobierno. Si ahora nos confinan de nuevo será por culpa del ciudadano, que no ha querido cumplir con las normas del juego.
Lo más seguro es que hoy no se hayan puesto muchas multas por no llevar la mascarilla. Se habrá quedado en un simple aviso, pero las autoridades tienen que ejercer su autoridad para que no se descontrole la ciudadanía y, por ende, el virus.
Primer día de uso obligatorio de la mascarilla y todavía hay gente que no se ha enterado. Ni se enterarán.