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Viéndolas venir

La Navidad no es eso

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Álvaro Romero @aromerobernal1
17 dic 2020 / 09:06 h - Actualizado: 17 dic 2020 / 09:08 h.
"Viéndolas venir"
  • La Navidad no es eso

Desengañaos de una vez: el dolor de la vida sigue latiendo a lo ancho del mundo. Y nada tiene que ver con la frivolidad de celebrar o no la Navidad. La Navidad no es eso que a todos nos machacan a base de villancicos ruidosos en los centros comerciales desde antes de que el otoño sea otoño. La Navidad no es ese consumismo desaforado que nos empuja a encargar, comprar, gastar antes de tiempo, antes de que se agote, de que lo compre otro, de que se extinga. La Navidad no tiene nada que ver con comer más, mucho más, tanto como no comen aquellos que justifican las falsas solidaridades en el otro platillo de la balanza de la injusticia. La Navidad no es el Gordo ni el turrón ni las cenas multitudinarias por compromiso de que lo que creemos que es la Navidad siga siendo eso que creemos que es sin que lo sea.

La Navidad es nacimiento, es decir, una oportunidad anual de nacer de nuevo. La Navidad es un niño que nace en un rincón del mundo. Natividad es un parto novedoso, una noticia, una buena nueva, un anuncio, un spot que se dice ahora, una sorpresa del corazón. La Navidad es doblegar la oscuridad del mundo, es retorcerle el brazo a ese hombrón del invierno para que cambie el paso hacia la primavera aun sin esperanza de que llegue porque marzo, visto desde aquí, es un mes remoto.

Este año tenemos una oportunidad de oro para vivirla de verdad. Porque salimos de un año catastrófico sobre el que va a relucir mejor que nunca la luz del mundo, ese haz de esperanza que representa la ciencia, la investigación, la vacuna, la salvación del hombre por el hombre.

Sería defraudarnos de un modo insufrible que atravesemos la barrera del nuevo año sin haber superado esa barrera de todas las frivolidades, la que nos dicta que hasta la lucha por esta supervivencia en que nos encontramos tiene un límite, una excepción, una cantidad de muertos que le deben de parecer razonables a quienes no pueden pasar sin contribuir a que la dichosa curva vuelva a crecer un poquito, lo normal en estas fechas, lo lógico, que se mide en vidas concretas apagadas, en gente que deja de serlo para convertirse en recuerdos tan distintos del aquí y ahora, de este tiempo de carne y hueso que solo podremos aprovechar si nos sacrificamos viviendo una Navidad austera de besos y quedadas. Como decía ese chiste que circula por las redes: cuántas Nochebuenas habremos oído decir aquello de que este año no hay ganas de tanto jaleo, sino de comernos un huevo frito y taparnos la cabeza a las once de la noche. Pues este año es el año. El año de que la Navidad signifique por fin que nacemos de nuevo, y no cada cual con su fe, sino todos, el mundo entero, con la buena fe de cada cual.