La nueva versión de la fábula de “La cigarra, la hormiga y el Estado”

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05 oct 2021 / 10:25 h - Actualizado: 05 oct 2021 / 10:29 h.
  • Una mujer observa un anuncio de una Oficina del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE).Óscar Cañas / Europa Press
    Una mujer observa un anuncio de una Oficina del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE).Óscar Cañas / Europa Press

En un reciente Estudio Europeo de Valores realizado por la Fundación BBVA, el 76% de los españoles encuestados consideraba que es responsabilidad del Estado asegurar que todos los ciudadanos puedan gozar de un nivel de vida digno. Sólo, el 20 % consideraba que esa responsabilidad era suya, mientras que en Alemania este porcentaje era del 54%. Casi igual que en Inglaterra. O sea, en esos países, alrededor del 60 por ciento de los individuos creen que uno mismo debe ser responsable de la dignidad de su propia vida, no el Estado, no la Administración.

El problema es que en los países en los que se ha potenciado la figura del Estado para solucionar los problemas individuales, esos problemas se tienen que sufragar con dinero que previamente se ha tenido que sacar de los ciudadanos. Pero si el número de emprendedores es muchísimo más bajo que el de subvencionados, no hay quien mantenga el sistema en funcionamiento. Si, además, el Estado tiene que exprimir a esos pocos empresarios tanto a los grandes como a los pequeños, por medio de burocracia financiera y administrativa (y se comprende, porque de alguna parte tienen que sacar los fondos) pues se desincentiva aún más la acción individual y todo el mundo (los jóvenes en particular) terminan por soñar sólo con ser funcionarios.

Los gobiernos “estatalistas” (los de izquierda, pero también la derecha conservadora heredera del sistema franquista que siempre fue muy controlador desde las instituciones) han conseguido venderle a los ciudadanos que ellos están ahí para resolver sus problemas, que el gobierno les dará de comer cuando falte comida en su mesa. Qué pocos votos conseguiría un partido que dijera: “Responsabilízate de tu vida”. Y lo malo es que el paradigma de que el Estado te salvará de todo está ya tan extendido que hoy en día parece que el raro es el que defiende la autonomía personal.

Por supuesto que el Estado debe ayudar a quien lo necesite, pero no a los ciudadanos que encuentran la vía del gorroneo público para sobrevivir. El Estado Paternalista no debe poner palos en las ruedas de los que pretenden prosperar por su propio esfuerzo y no debe resolver los problemas de unos con el esfuerzo de otros.

Trabajar y salir adelante por nuestros propios medios dignifica la vida de la gente, subvencionarlos los anula.

El Estado, con las enormes trabas burocráticas que pone a los emprendedores, lleva a los ciudadanos a preferir la caridad. No les enseñan a sobrevivir o a dar “dentelladas a la vida” (como dice con pasión el psicólogo F. C. Barrio) sino a resignarse y poner la mano. Y esto se mal-educa desde la escuela cuando se les permite pasar de curso sin haber aprobado. Al Estado le interesa la sumisión en masa (funcionarios, jubilados, receptores de prestaciones) para poder tomar las medidas que desee con esos ciudadanos dependientes y seguir recibiendo sus votos para mantenerse en el poder.

¿Han oído eso de que la Sanidad es gratuita en España? ¿O la Educación? De gratuita, nada... La pagamos entre todos los españoles. El dinero del Estado sí es de alguien. El problema de percepción que tiene la gente debe de ser por la distancia y el tamaño del Estado. En la comunidad de vecinos de un bloque a ningún presidente se le ocurría pagar con el dinero de todos el servicio de unos pocos.

Se puede prosperar por uno mismo. Lo que no es justo ni igualitario es que a un tipo que empieza a trabajar a los 16 años, se esfuerza lo indecible, trabaja a destajo, aguanta problemas empresariales, sufre vaivenes económicos y ahorra, se le critique porque amase una fortuna; mientras que otro que a los 16 años no se esfuerza nada, está todo el día de juerga y no trabaja por la colectividad, se le mantiene. Es la fábula de la hormiga y la cigarra, pero con la participación estelar del Estado que al final salva a cigarra. Y propicia que cada vez más gente se apunte al cigarreo.

Esto educa en la irresponsabilidad, porque se sabe que si pasa algo ya vendrá el Estado a solucionármelo todo. La indolencia y la irresponsabilidad son los grandes problemas a los que nos tenemos que enfrentar y son responsabilidad del Estado, que nos ha convencido de que él está ahí para resolvernos todos nuestros problemas.

El Estado sólo debería servir para dejarnos florecer en paz, crear un terreno para fertilizar nuestras ideas y proyectos, y verlos crecer, y realizarnos. No creemos ciudadanos débiles e indolentes que sólo saben ponerse en la cola para recibir beneficios, en vez de producirlos ellos mismos. Al final todos terminarán en la cola y nadie produciendo para los que están en la cola.