María de los Ángeles Carrasco, de Ubrique (Cádiz), llegó al Instituto Andaluz del Flamenco en 2006 ganando una plaza por convocatoria pública, pero de la mano de la entonces directora Bibiana Aído. Cuando abandonó el cargo Bibiana, en 2010, el consejero de Cultura Paulino Plata le pidió a Carrasco que asumiera la dirección de la institución mediante contrato de alta dirección, cargo en el que estuvo hasta 2019.
En ese contrato se especificaba que podía ser cesada sin previo aviso de manera unilateral y que, en ese caso, se incorporaría a su plaza de coordinadora. En marzo de 2019 le comunicaron su cese como directora, pero su sorpresa fue que no pudo ocupar su antigua plaza. O sea, que la echaron a la calle de un bordonazo fuera de compás y desde la propia Junta le recomendaron que se fuera a Magistratura. Demandó y ganó el juicio. “Despido nulo por vulneración de derechos fundamentales: ideología”.
Por tanto, significaba incorporación inmediata, pero, seguimos con las sorpresas, le dieron un puesto técnico en otro departamento. Es decir, incumplimiento de condena. Nueva demanda y un juez dictaminó que debía ocupar su plaza como coordinadora del IAF. Y todavía está esperando, sin muchas esperanzas, a que le permitan regresar a su puesto y ponerse a trabajar por el flamenco, que es lo que ha hecho desde 2006, y lo que le apasiona. Está cobrando un buen sueldo sin trabajar, con los artistas flamencos que hay buscando cada día la manera de comer y pagar la luz.
No la quieren como directora y eso es algo que se puede entender porque ha habido un cambio de siglas en el Gobierno andaluz. ¿Pero qué problema hay en que recupere su plaza, que es, además, lo que ha dictado la Justicia? Hace algunos días nos preguntábamos en una Tostá que para qué servía el Instituto Andaluz del Flamenco, y lo volvemos a preguntar. Pregunten a los artistas y aficionados del género flamenco y les dirán que no sirve para nada. Bueno, los enchufados, los beneficiados del compadreo, les dirán que es la repera.
Recuerdo que cuando Mariángeles Carrasco llegó a esa casa hubo comentarios contrarios, sobre todo cuando el consejero la nombró directora. Yo mismo me sorprendí porque era una mujer que no venía del flamenco, pero lo cierto es que se ganó a los profesionales a base de trabajo, buen trato y sensibilidad. Su gestión era buena y no había congreso, festival o cualquier otro acto flamenco donde no la viéramos siempre. ¿Qué problema hay en que vuelva a su plaza y se ponga a trabajar, que para eso cobra su sueldo cada mes? Es una cuestión política, claro. Así le va al IAF y al arte flamenco.