La ‘otra’ Sevilla (I)

En las plazas de los pueblos andaluces, todas las mañanas, obreros sin trabajo esperaban ansiosos la llegada de ofertas laborales efímeras por parte de los propietarios de fincas para las faenas agrícolas

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02 nov 2017 / 23:54 h - Actualizado: 02 nov 2017 / 23:56 h.
"Andalucía eterna"
  • El norte de España asumía toda la industria española en detrimento del sur. / Efe
    El norte de España asumía toda la industria española en detrimento del sur. / Efe

Recordamos las palabras Álvaro Domecq y Díez poco antes de 1950, cuando se fundó SEAT en Cataluña. Nos decía: «Le pedimos al Caudillo que la SEAT se creara en el Campo de Gibraltar, como base de la futura provincia con territorios de Cádiz y Málaga, que pudiera hacer frente a Gibraltar». Aquella nueva provincia la defendió Ramón Tamames y algunos jerezanos, y poco más. Al final, Franco, haciéndole caso al lobby de subsecretarios y directores generales de la Administración Central, catalanes y vascos en su inmensa mayoría, le regaló la SEAT a Cataluña. Y el Campo de Gibraltar se quedó sin la oportunidad de poder ofrecer puestos de trabajo a quienes se tenían que ir forzosamente a la colonia británica para poder subsistir.

Lo mismo sucedió con el imperio petrolífero, que se solicitó para Huelva, y se fue a Tarragona, gracias a Franco. Y ya para entonces, desde el comienzo del franquismo, Cataluña fue la niña bonita del Régimen dictatorial, a la que le concedieron todos los monopolios de hecho para lograr que toda España fuera mercado cautivo de la industria catalana. Así floreció Tarrasa como capital textil al mismo tiempo que se asfixiaban a Hytasa y La María. Y en cuanto a maquinaria en general, pues lo mismo hizo Franco con el País Vasco, al que regaló el monopolio de la máquina herramienta y condenó a España a ser mercado cautivo de los vascos.

Conviene recordar estas verdades del franquismo para valorar la ingratitud actual del antifranquismo vasco y catalán. Durante cuarenta años fueron los reyes del mambo...

Y mientras tanto, la Andalucía agropecuaria con todos los precios agrarios y pecuarios intervenidos por el Gobierno para convertir a España en el país europeo más barato de cara al turismo internacional. Y además con el comercio exterior también intervenido, de manera que vinateros y aceituneros vendían sus productos a través del Ministerio de Comercio, que cobraba las ventas a precio de mercado y luego lo repercutía a los exportadores a precios de ganga... O sea, cuando el dólar se cotizaba a sesenta pesetas, los exportadores recibían solo nueve... Naturalmente, la diferencia sirvió para ayudar a catalanes y vascos... Y algo a madrileños. Así nació el cinturón industrial de Madrid.

Esa misma política se aplicó a las remesas de emigrantes. Y cuando nosotros lo denunciamos en Abc, la respuesta fue eliminar las cuentas de divisas en los anuarios del Banco de España. Y nos quedamos sin las fuentes.

Pero existe un precedente que nunca olvidaremos. Nada más hacernos cargo de la dirección del periódico Abc, a final de octubre de 1976, iniciamos en enero de 1977 dos campañas en defensa del oro blanco y el oro verde, que a la semana tuvo una primera respuesta del delegado provincial del Ministerio de Comercio, Carlos Franco Bores. Fui requerido para decirme que desde Madrid barajaban la posibilidad de reducirle a Abc el cupo de papel Prensa... Así de claro. Consulté la nueva situación con el presidente de Prensa Española, Guillermo Luca de Tena, y este montó en cólera. Nos dijo: «Siempre hacen lo mismo con nosotros. No nos dejan ni respirar». Y luego me autorizó a seguir las campañas...

Pero pocos días después sucedió algo que nos dejó de piedra. Algo que jamás pudimos imaginar... Se presentó en mi despacho José Luis de Pablo-Romero, presidente de la Cámara Oficial Sindical Agraria, y me trasladó, con la voz entrecortada por la emoción, el mensaje que me enviaban los algodoneros y los olivareros: Nos pedían que Abc parara las campañas...

O sea, no querían ser defendidos y preferían seguir intervenidos por el Gobierno. Así de claro. A mi entrañable amigo José Luis y a nosotros, se nos saltaron las lágrimas.

El Gobierno tenía intervenidos todos los precios de venta al público de los productos agrícolas y ganaderos. Era la fórmula para que España pudiera ofrecer las ofertas turísticas más ventajosas de Europa.

El campo andaluz, mientras tanto, era el vivero de la emigración al Norte de España y a Europa. La revolución silenciosa dejaba los pueblos andaluces semivacíos de mano de obra joven, que iba a producir barato y sumiso en lo oficios más peligrosos y desacreditados para los nativos. Las muchachas, además, tenían la salida fácil de la prostitución... si no querían someterse al dictado de las fábricas o el servicio doméstico. Así, en las principales capitales europeas, las prostitutas españolas, procedentes de Andalucía y Asturias, principalmente, fueron famosas...

Mientras, en las plazas de los pueblos andaluces, todas las mañanas, obreros sin trabajo esperaban ansiosos la llegada de ofertas laborales efímeras por parte de los propietarios de fincas para las faenas agrícolas. Así lo denunció, después de años de silencio, el cardenal arzobispo José Bueno Monreal a instancias de su obispo auxiliar José María Cirarda Lachiondo, que fue el impulsor de las luchas obreras que hubo en Sevilla en los años sesenta del pasado siglo.

Y mientras los obreros andaluces sufrían en sus carnes todos los escarnios de la dictadura franquista, los señoritos catalanes y vascos disfrutaban de sus beneficios y se permitían el lujo de decir que aquí vivíamos de los subsidios... Y ahora les ha llegado la hora de pagarlas todas juntas. Ahora Cataluña es kaput y que no esperen ni otro Noventa y ocho, ni otro franquismo, ni otra Transición política... ¡Ea, se acabó lo que se daba!