La puerta al corazón del niño

Image
29 nov 2020 / 04:19 h - Actualizado: 26 nov 2020 / 12:23 h.
  • La puerta al corazón del niño

"Jugar es..." ¿cómo terminarías la frase? Si te rodeases de un súper experto equipo asesor infantil, probablemente te harían una magnífica lluvia de ideas ( o brainstorming, como ahora suele decirse) y te dirían: "jugar es divertido", "jugar es lo que más me gusta", "jugar es lo que hago con mis amigos", "jugar es lo que hacemos en el recreo", "jugar es chulo"... Y así ¡hasta el infinito y más allá!, como acuñaría Buzz Light Year. Si esta misma frase la completa un adulto, pues es posible que te salga que jugar es ser niño, sencillamente porque ser niño es ... ¡lo más divertido del mundo! por lo que estamos de enhorabuena ya que, tanto tú como yo como todo el mundo en general, hemos sido niños, por lo que aún atesoramos cierta cuota de esa "genialidad mundial".

El juego: lenguaje universal

El autor infantil, Vince Gowmon, tiene su propia idea sobre lo que es jugar: "Jugar no es un descanso del aprendizaje. Es un aprendizaje interminable, encantador, profundo, atractivo y práctico. Es la puerta al corazón del niño" ¡me encanta esta definición! la puerta al corazón del niño... Sí, la verdad es que el camino más corto para llegar a conectar con la gente menuda es alejarse de una enseñanaza sesuda y demostrarles que sabes hablar en su idioma, que no es otro que el del lenguaje universal del juego. El juego es como el fuego del saber, una vez que se enciende... ¡las llamas de la curiosidad no paran de crecer! Como bien apuntaba Gowmon, jugar y aprender no deberían ser cosas diferentes, sino la misma pero enriquecida pues cuando el aprendizaje es atractivo y práctico transportas al niño directamente desde el pupitre de su clase a un mundo mágico...Esto también es aplicable a los que ya no somos tan niños, pues cuando algo se nos hace divertido, profundo, encantador... ¡sacas de ti lo mejor! y hasta te conviertes en un singular "alquimista temporal" porque eres capaz de convertir horas en segundos, haciendo que el tiempo se pase volando cuando, efectivamente, estás disfrutando.

¡La mejor máquina del tiempo!

Las jugueterías... esas simpáticas y coloridas máquinas del tiempo en las que, una vez dentro, eso de "voy a echar un vistacillo" se convierte en la llave a tu alma de chiquillo y, para cuando te das cuenta, terminas hablando contigo mismo, diciéndote: "¡anda, mira, qué curioso! ¡yo tenía uno parecido!" mientras, juguete, en mano, admiras el objeto en cuestión y le das vueltas a la caja para empaparte de todas sus características.

Así me sentí yo cuando, hace unos días, fuí a una juguetería para cumplir con un recado de Sus Majestades para mis sobrinas. Iba creciendo por momentos mi "contentura", pues al contemplar las enormes estanterías repletas de todo tipo de jueguetes, muñecas, peluches, artilugios tecnológicos... dejé un poco arinconado a mi lado lógico para dejarme llevar por el emocional y comenzar mi viaje en aquella máquina del tiempo... La visión de las muñecas primorosamente colocadas en sus cajitas de colores ¡me encantó!, las de corte clásico son mis favoritas (creo que mis sobrinas discreparían) pero son las que me recuerdan a mi infancia... La ganancia emocional de visitar esta genial máquina temporal que es la juguetería resulta casi instantánea... Iba avanzando por el primer pasillo y ¿esa sensación de que no sabes exactamente adónde mirar? pues a mi izquierda y a mi derecha se erigían las estanterías llenas con sus infantiles moradores... Llevaba una idea fija en la cabeza sobre el encargo de Sus Majestades para mis sobrinas pero ya que estaba allí, estaba disfrutando y tal era la variedad que empecé a pararme a cada pocos pasos para fijarme con detenimiendo en los distintos tipos de juguetes... Un dinosaurio parlante interrumpió mis pensamientos (estaría hablando en dinosaurés porque no le entendí una palabra) era de peluche y se me hizo simpático, pero dudo que a mis sobrinas les hubiese gustado; junto a él, había vistosos loros y tiernos perros y gatos, todos de la misma colección, también de peluche, pero sin pilas (¡menos mal! sino aquello hubiese sido un concierto). Procuraba recordar la lista de deseos de mis sobrinas, de vez en cuando le ponía un whastapp a su madre, Vero, para asegurarme de que iba en el buen camino pero no podía evitar pararme ante los jueguetes que a mí me hacían más gracia... ¡ví un koala de peluche gigantesco y me hice una foto con él! parecíamos dos colegas perdidos en aquella máquina del tiempo...

Es curioso, cuando haces un encargo de Sus Majestedes, disfrutas mucho pero tienes que tener en cuenta que los regalos deben ser elegidos al gusto de quien los va a recibir y no de quien los regala, es decir, de nada serviría que yo les llevase a mis sobrinas un jueguete que a mí me vuelve loca cuando sé que ellas están pensando en otras cosas, es importante tener bien presente esta máxima. Por momentos, noté los efectos de aquella máquina del tiempo y me transformaba en niña otra vez... Recorrí con ganas todos los pasillos, miraba todos los juguetes, cogía algunos, fotografiaba unos pocos e iba rápidamente al siguiente pasillo, ¿esa sensación de "me gusta todo"? pues esa sensación era la que yo tenía... Instantáneamente, volvía a mi mundo adulto cuando, ¡por fin!, encontré lo que mis sobrinas querían y disfruté muchísimo imaginando lo contentas que se iban a poner al ver los regalos.

Sí... Jugar es la puerta al corazón del niño (¡y al de los mayores!) pues la diversión y la conexión que se siente cuando llamas te pinta el alma de colores... ¡Que pintes bien!