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Coronavirus

La reclusión de la Macarena

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15 mar 2020 / 10:59 h - Actualizado: 15 mar 2020 / 11:05 h.
"Coronavirus"
  • La reclusión de la Macarena

Isak Dinesen fue la autora de Memorias de Africa, a quien interpretara Meryl Streep.

Los actores a veces se inspiran en su propio dolor para evocar el de otros, de suerte tal que Streep sufrió –durante el rodaje- la muerte del que fuera su marido John Cazale, a causa de un cáncer de pulmón.

En su recuerdo, escribió:

“No lo quiero superar. No importa lo que hagas, el dolor está siempre allí, en algún rincón de tu mente y afecta a todo lo que pasa después.”

Hoy Sevilla amanece sin su Semana Santa.

No habrá colas en la calle San Jacinto o en la calle Verónica en pos de una papeleta de cirio corto o vara. No reverdecerán los seculares establecimientos de túnicas y capas multicolores, como las experiencias de quienes hubieran estrenado una primeriza estación de penitencia.

Mientras esto ocurre, veo a Pedro Sánchez, convenientemente maquillado para la ocasión, el cual ni siquiera se refiere al dolor de los familiares de los casi diez mil infectados, o de los próximos millares de muertos por la pandemia.

Fue Juan XXIII quien escribiera “cualquiera de ustedes que pase la noche solo y angustiado, encontrará en mi ventana una luz encendida.”

Ese debió ser el discurso del Presidente del Gobierno, que incapaz de ofrecer esperanza, nos recluye en una tumba de paredes insolidarias.

Isak Dinesen vivía a una hora de Copenhague, en un lugar llamado Rungstedlund, frente a un mar gélido. Un parque inesperado, asolado por los otoños del Norte, acoge su tumba.

Son pocos los que optan por esta excursión, en lugar de la de la Sirenita. Durante la designación de la sede de los Juegos Olimpicos, que acogió una nueva defeccion de Madrid, tuve la ocasión de visitarla junto con Alejandro Blanco, Presidente del Comité Olímpico Español, y probablemente el mayor defensor de la quimérica independencia del deporte en nuestro país.

Hay en dicha morada un haya centenaria, que vagamente recuerda las colinas del Ngong, de suerte tal que cada rincón lleva un nombre, como centenares los cuentos y relatos que acompañaron a la escritora bajo las hundidas y abismales estrellas a plomo sobre Africa.

Los recuerdos empiezan a perder su color amarillo y son permutados por lágrimas y asi, hoy Sevilla llora la inoportunidad del virus comanditario de esta nuestra Semana Santa.

Mientras esto ocurre, todo augura el renacimiento de la vida. El aprecio por aquello de lo que habíamos perdido distancia. Y es que la próxima víspera del gozo, será una noche más larga, de la que este año tan solo deja como único rastro un vago aroma a azahar.

Y como la actriz, me niego a superarlo. Solo me queda pensar que tal vez el agua salada, ya sea en forma de sudor, mar o lágrimas cure este dolor que me asola, en la reclusión de las Vírgenes coronadas de Sevilla.