La república de Pedro Sánchez

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18 dic 2022 / 10:16 h - Actualizado: 18 dic 2022 / 10:17 h.
"Tribuna"
  • Alberto Ortega - Europa Press
    Alberto Ortega - Europa Press

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Cada día, cientos de ciudadanos se enfrentan a la maquinaria judicial. No hay justiciable que no crea estar asido por la razón y hemos visto hasta a Lopera, persignarse antes de cruzar las columnas que preceden las angostas escaleras de los edificios donde aquella se administra.

En Sevilla, Del Nido fue fotografiado esposado, lo que denigra a quien lo hiciera; y hasta hemos asistido ante un Griñan aterido, no sé si de frío o miedo, mientras su mundo se desmorona.

No hay día en que en una farola no aparezca un cartel de santero cubano, previo pago por algún sacrificio ritual a Ochosí, el orisha cubano contra la injusticia.

No muy lejos de aquí, ha habido asesinatos, como el de Marta del Castillo y aun espero que Amalia Fernández Lérida escriba el epílogo con el paradero de su cuerpo. Se han impuesto cadenas perpetuas, que han convertido el horizonte de sus sufridores en barrotes que difuminan el horizonte.

El próximo lunes, asistiremos al espectáculo bochornoso que enfrenta a magistrados divididos entre quedarse con los propios o introducir a los ajenos. Al frente de los primeros, verán Vdes. a un tipo con gafas de nombre Enrique Arnaldo, divorciado de una sevillana hija de notario, junto a la que trabaja en el mismo Tribunal Constitucional. Y al otro lado, al propio Pedro Sánchez, me da que, con los primeros síntomas del mal de altura, que precede la caída.

Mientras esto ocurre más allá de Despeñaperros, aquí los jueces no tienen medios, son sojuzgados por la ideología dominante y tienen el deber de dictar un mínimo de fallos mensuales, como si de la cadena de montaje de Tiempos Modernos de Chaplin se tratara. Uno no puede entender cómo es posible que quienes tienen todas esas atribuciones, estén privados de votar democráticamente quiénes sean sus representantes.

Hemos olvidado a Cervantes y rehabilitado los clubes irlandeses, donde se homenajea a James Joyce.

Debe ser que nadie lo ha leído porque el autor eleva a los altares a un personaje que solía desayunar embelesado, mientras aspiraba como flor de azahar el hedor de los excrementos defecados por él mismo minutos antes.

Pedro Sánchez parece ser el único Presidente en la historia de este país, que cree que la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos y así sería la República que pergeña.

Pero sea como fuere, quien muere es el Derecho. Entrar en una Sala preguntando si el Juez de turno es integrista como mi admirada Doña María Luisa; o progresista como la Rosell, es evidenciar que ambas usan los mismos bolsos de Loewe.

Tarde hemos acabado entendiendo por qué las Sentencias se dictan “en nombre del Rey” y no “en nombre del pueblo”. Entre unos y otros, se apaga la ilusión de una República sin moscas, carabineros ni frailes; sin otro Rey que el amor libre. Ya ni nos dormimos con los cuentos infantiles al anochecer. Como decía Julio Anguita –cuánto lo echo de menos- ¿es mucho pedir que, si sufrimos las decisiones de ayer, pensemos en mañana?

Y por último, dejen a los jueces elegir universalmente a quienes hayan de gobernarles.