La saeta perdida

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04 abr 2021 / 09:44 h - Actualizado: 04 abr 2021 / 08:47 h.
  • El alcalde de Sevilla, Juan Espadas, asiste a la inauguración de la exposición 'Escenas de la Pasión. Eduardo Briones - Europa Press
    El alcalde de Sevilla, Juan Espadas, asiste a la inauguración de la exposición 'Escenas de la Pasión. Eduardo Briones - Europa Press

Fue el precandidato andaluz Juan Espadas (algunos lo han apodado “el Predictor” porque de tanto retrasarse, ya hasta algunos dudan del embarazo), quien afirmó tajantemente que la Semana Santa no se suspendería “ni prohibiéndola la Organización Mundial de la Salud”

Y cierto es que el encierro nos cogió con las bolsas reciclables colmadas de paracetamol y papel higiénico, sin espacio para inciensos.

Este año, parece que nuestra Semana Santa hubiera calado en las entradas y colas interminables ante los Templos e Iglesias, con las imágenes sin altar, situadas a nuestra misma altura en la búsqueda de esa fuerza que otrora moviera cielo y tierra.

Parece que la fe hubiera retornado a las imaginarias víctimas en cualquiera de sus cepas, ante las que temblábamos en las madrugadas divisando por doquier orfandad y virus, entre el incremento de los protocolos notariales que articulan testamentos y últimas voluntades. Y tal vez si la oración nos fuese a salvar -como ese afán sin nombre que no me pertenece y sin embargo soy yo- nos hemos congregado e incluso apiñado ante las efigies que nos acompañaron en la infancia o en la vejez postrera de los que se fueron.

Y como una gangrena gaseosa que hubiere de ser extirpada, hasta hemos evocado a Filiberto Mira, quien volviera a resonar en nuestros oídos ciegos, antes de partir desde Santi Petri, aires difíciles que el locutor eligiera para morir.

Y así, a los sones de Amargura y Cruz de Guía, transcurrió nuestra particular Semana de Pasión, sin arena y adobo más que el de la calle Feria y la Bodeguita Jerez y sin luz cenital en el horizonte cada atardecer frente a la Bahía o la playa de la Muralla, mirador del milagro del Puente de la Isla hacia la Tacita de Plata.

Y es que sin duda estos días han sido la justa expresión original de nuestra resurrección, felices tal vez de poder vislumbrarla, manque solo sea constatación que aun respiramos.

Pero mirando la encimera en la que se agolpan cables de naturaleza tan varia que ya no distinguen órgano o función, me asomo a la bola de cera interrumpida, acumulada en la ardiente madrugada del año anterior al maldito bisiesto y pienso en esos niños en los parques infantiles, en las piscinas de bolas, en las hamburgueserías que colmatan la ciudad, y me pregunto adónde su conmoción, adónde los corazones heroicos ante esa última levantá o esa saeta perdida de Pastora Pavón o la Niña de la Alfalfa, aquella de “aquí quien manda eres tú, Estrella de la Mañana.”

Y de este modo fue como transcurrió esta Semana de Pasion, donde las Imágenes y hasta la Macarena bajaron para situarse junto a nosotros, en nuestro mismo miedo y dolor, para compartir el inmenso sufrimiento de los más de cien mil compatriotas que se fueron sin apenas una estampa en sus manos y este morir sin estar muriendo, ante este virus que ni nos mata, ni se muere.

Va por ellos....